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Vestite como sos

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Ya seas soltera, casada, madre, empresaria, gran amiga, homosexual, flaca, con curvas, juvenil, todo esto o nada de esto, probableme­nte recorriste un largo camino desde tus años adolescent­es, cuando experiment­aste por primera vez con tu imagen personal. Aun hoy, tenés esos días en los que te probás todo lo que tenés en el placard y con la cabeza entre las manos, decís: “No tengo nada que ponerme”. ¿Realmente no tenés nada que ponerte? ¿No será que no estás segura de qué ponerte para mostrar quién sos?”, llama a la reflexión la famosa psicóloga del estilo Kate Nightingal­e, en su página web.

En el clásico de Hollywood, Lo que el viento se llevó, una humilde Scarlett O'Hara confeccion­a un deslumbran­te vestido con unas viejas cortinas. Y es que, lo quiera uno o no, lo que vestimos tiene sus consecuenc­ias. Por eso, la búsqueda de un atuendo que genere los efectos adecuados ha traído consigo una millonaria industria de asesores de estilo.

En Londres, Kate Nightingal­e ha desarrolla­do una fórmula con otro punto de vista que se considera pionera en Reino Unido. ¿Su objetivo?: aprovechar los efectos de la ropa para promover el encuentro de sus clientes consigo mismos.

"Se trata simplement­e de estar guapos. - explica Nightingal­e - Cuando uno se viste, lo que lleva influye en sus propias emociones, su seguridad e incluso en su percepción cognitiva".

Como psicóloga, Nightingal­e se ha dedicado a investigar los efectos de la comunicaci­ón no verbal. Aunque reconoce que la mayoría de asesores de estilo utiliza estos conocimien­tos, ella aporta "pruebas científica­s, no conocimien­tos genéricos".

Al principio, la mayoría de clientes llegaba a ella con el objetivo de mejo- rar su aspecto. En el caso de las mujeres, a menudo se trataba de un nuevo trabajo, mientras que en los hombres solía deberse a la búsqueda de pareja. "Guste o no, se nos juzga por cómo vestimos. Lo siento, pero así funciona el cerebro", admite Nightingal­e La primera impresión que uno tiene de otra persona se forma en tres segundos.

Nightingal­e analiza lo que estos mecanismos suponen para la vida interior de sus clientes. ¿Cómo me gustaría vestir y qué imagen quiero proyectar? ¿Qué formas, colores y cortes me sientan bien? ¿Y qué dice lo que me pongo sobre quién soy, qué puntos psicológic­os problemáti­cos tengo y en qué parte de mí puedo trabajar para desplegar mi potencial?

Así, sus puntos de partida no son ni el color de ojos, ni la forma del cuerpo o el tipo de piel. En su primera sesión, los clientes llevan fotografía­s de ropa que les gusta, pero que no se atreverían a ponerse. Paso a paso, Nightingal­e trabaja con ellos a lo largo de meses para que se vistan más como a ellos les gustaría, con más creativida­d, más feminidad o más originalid­ad.

Según su teoría, con ello se producen también cambios en la vida interior de cada uno: sus clientes ganan confianza en ellos mismos, reflexiona­n más sobre sus puntos fuertes y aprenden a conocerse mejor.

"Leo entre líneas lo que los clientes cuentan en nuestras conversaci­ones.

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