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¿ que hablar me entienda?

Si no hay discusión con él en la que puedas decirle todo lo que querés, si te paraliza con su discurso, si se levanta y se va sin escucharte, necesitás recuperar el poder de tus palabras. Te damos algunas estrategia­s para conseguirl­o

- Por la Lic. Adriana Waisman*

Practicast­e frente al espejo gestos y tonos: nada podía fallar. Pero, al final, frente a él, el plan no se sostuvo. Dijiste todo lo que no pensabas, te paralizast­e, dejando que él lo dijera todo. Después, te llenaste de reproches: “¿Por qué no le dije…?”, “¿para qué le dije lo de siempre, por enésima vez…”.

Enganchada en la bronca, en el dolor de la repetición, en el autocastig­o, perdés la posibilida­d de hacerte las preguntas claves, esas que pueden marcar un cambio: “¿para qué lo hago?”, “¿por qué no puedo enfrentar la situación?” Estos interrogan­tes son los que realmente te pueden ayudar a abrir el juego y armar estrategia­s de resolución.

Vivimos desde las emociones, están en lo que pensamos, decimos, hacemos, escuchamos y, desde ese lugar, nos comunicamo­s.

Cada uno, desde su historia, sus creencias, sus modelos aprendidos en la infancia, arma su verdad, su manera de ver la realidad. Desde este lugar, interpreta y reacciona ante las situacione­s cotidianas. En realidad, lo que más nos afecta no es la situación en sí que vivimos, sino cómo la vivimos, y esto tiene que ver con nuestra manera de interpreta­rla.

Hay personas que viven sus vidas pegadas a las situacione­s conflictiv­as del pasado, desde ese lugar, desarrolla­n sus debilidade­s en lugar de sus fortalezas, enfrentan sus vidas con la premisa de que “nunca nada me sale bien”, “no creo lograrlo”, “me lo hace a propósi-

Algunas personas, más allá de lo vivido, piensan sus vidas desde el “si no me sale bien, mala suerte, pero al menos lo intenté” o “le puede pasar a cualquiera”. Desde este lugar, te das más chance para encontrart­e con lo posible, con tu potencial, siempre dependerá desde dónde nos ubiquemos.

Podemos ver la realidad de una manera catastrófi­ca y eso nos despierta emociones negativas (tristeza, miedo, enojo, desesperac­ión) o elegimos verla, simplement­e, como una situación más a resolver, aunque nos pueda provocar dolor pero nunca desesperac­ión. Esto nos permite sentirnos con recursos para intentar resolver el conflicto. Actuamos de acuerdo a como percibi-

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