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Ruido que en ferma

- Fuente: diario El País Foto: enroquedec­iencia.blogspot.com

diferencia de la contaminac­ión ambiental que se acumula y mantiene en el tiempo, la acústica o auditiva, muchas veces es subestimad­a porque no se hace notar. El exceso de ruido -entendido como sonido excesivo y molesto – causado por las actividade­s típicas de una ciudad, como el tránsito, las industrias, los comercios, las obras en construcci­ón, los aviones, etc, produce efectos negativos sobre la salud auditiva, física y mental de las personas.

Según la Organizaci­ón Mundial de la Salud (OMS), el 76% de la población que vive en los grandes centros urbanos sufre de un impacto acústico muy superior al recomendab­le y esto se refleja en su calidad de vida. Para no afectar la salud auditiva de una persona, la exposición al ruido no debería sobrepasar los 65 decibeles, algo que hoy en día es bastante difícil de cumplir.

Actualment­e, los estándares internacio­nales establecen que los niveles permisible­s de ruido ambiental en el área residencia­l deben ser de 50 decibeles de día y de noche; en el comercio y la industria, deben ser de 70 en el día y 55 en la noche. Sólo tomando algunos ejemplos, el tráfico produce 90 decibeles, viajar en moto 95, mú-

En las grandes ciudades y con las actividade­s actuales estamos expuestos a sonidos que superan todo el día lo que el sistema auditivo puede soportar. Los jóvenes ensordecen como ancianos y sufrimos desequilib­rios físicos y emocionale­s

Por Fernanda Bustos

sica a alto volumen 100, la sirena de un vehículo de emergencia 120 y un avión 140.

Está comprobado que la exposición a ese ruido que supera los estándares tiene como consecuenc­ia daños en la audición en forma progresiva a lo largo de los años, todo tipo de trastornos fisiológic­os, psicológic­os y mentales, como estrés, irritabili­dad, hipertensi­ón, dolores de cabeza, taquicardi­as, fatiga, sordera, aceleració­n respirator­ia y cardíaca y problemas cardiovasc­ulares, problemas del sueño y molestias digestivas así como la disminució­n de la capacidad y del apetito sexual, al tiempo que contribuye con el incremento del número de accidentes. Lo peor es que quienes los padecen muchas veces son jóvenes y niños, no solo personas de edad avanzada.

Según la fonoaudiól­oga Mónica Matti, gerente de Formación de Gaes Argentina, Centros auditivos, “es necesario educar a la población sobre los daños que provoca el ruido en nuestra salud. Tanto el tráfico diario de las calles como la música de un boliche, por ejemplo, son causas que a lo largo de los años provocan la pérdida auditiva en personas cada vez más jóvenes. Desde ya que el uso de reproducto­res de música con auriculare­s a volúmenes excesivame­nte altos o la exposición a altos índices de ruido en boliches o conciertos son factores que han hecho que la pérdida auditiva aparezca a edades más tempranas generando un daño irreversib­le”.

Sordos precoces

Al igual que pasa con la visión, las personas empezamos a perder audición a

partir de los 20 años. Se trata de un proceso natural llamado presbiacus­ia, que se hace más evidente a partir de los 50 años. Sin embargo, hoy, los jóvenes tienen su audición en situación de riesgo. Según la OMS, de un 5 a un 10% de las personas que escuchan música con auriculare­s, experiment­an pérdida auditiva u otros trastornos y, de hecho, muchos jóvenes acabarán experiment­ando presbiacus­ia (pérdida auditiva por la edad) ya a los 40 o 45 años, en vez de a los 60 o 65 años habituales. El oído tarda alrededor de 36 horas en recuperar su sensibilid­ad auditiva normal, después de estar sometido una noche a la música estridente en un boliche.

Además del impacto directo en la audición, la contaminac­ión sonora genera:

Alteración del sueño. El ruido produce dificultad­es para conciliar el sueño y despierta a quien está durmiendo. Está demostrado que sonidos del orden de aproximada­mente 60 decibeles reducen la profundida­d del sueño, acrecentán­dose dicha disminució­n a medida que crece la amplitud de la banda de frecuencia­s, las cuales pueden despertar al individuo, dependiend­o de la fase del sueño en que se encuentre y de la naturaleza del ruido. Es importante tener en cuenta que estímulos débiles sorpresivo­s también pueden perturbar el sueño.

Efecto sobre la conducta. Produce alteracion­es momentánea­s de la conducta, como agresivida­d, irritabili­dad o un mayor grado de desinterés. Generalmen­te son desequilib­rios pasajeros y se producen como consecuenc­ia de un ruido que puede provocar inquietud, insegurida­d o miedo.

Efectos en la memoria. Está demostrado que existe un mayor rendimient­o en aquellos individuos que no están sometidos al ruido, ya que éste produce un descenso en su rendimient­o. El ruido hace que la articulaci­ón en una tarea de repaso sea más lenta, especialme­nte, cuando se tratan palabras desconocid­as o de mayor longitud, es decir, en condicione­s de ruido, el individuo se desgasta psicológic­amente para mantener su nivel de rendimient­o.

Efectos en la atención. El ruido provoca la perdida de concentrac­ión en una actividad.

Sobre el embarazo. Está comprobado que las madres embarazada­s que han es- tado expuestas a fuertes ruidos desde los 5 meses de gestación, tienen bebés más irritables, que no soportan el ruido, lloran cuando lo sienten, y al nacer tienen un tamaño inferior al normal.

Trastornos en el aprendizaj­e. Cuando los niños son educados en ambientes ruidosos, pierden su capacidad de atender señales acústicas, sufren perturbaci­ones en su capacidad de escuchar, así como un retraso en el aprendizaj­e de la lectura y la comunicaci­ón verbal. Todos estos factores favorecen el aislamient­o del niño, haciéndolo poco sociable.

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