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ELLAS, besando sapos ELLOS, buscando a Cenicienta

- Por Daniel Fernández*

Es curioso observar cómo tantas personas comentan a sus psicólogos el profundo interés que tienen en hallar pareja. Digo que es curioso, porque si bien son comentario­s que en igual porcentaje dicen tanto hombres como mujeres, lo cierto es que no logran concretar el encuentro. Evidenteme­nte hay mucha gente sola, gente que desea dejar de estarlo, pero al momento de buscar a otro simplement­e fracasan. ¿Por qué? ¿Qué están haciendo mal? Para analizar esta cuestión, primero me gustaría enumerar las frases más escuchadas en mi consultori­o de boca de aquellas personas que aseguran buscar pareja. A continuaci­ón haremos una lista, pero primero deseo aclarar que al-algunos de los términos han sido suavizados para evitarr una grosería innecesari­a. ¿Qué dicen ellas y ellos al l respecto? ELLAS: No hay hombres. ELLOS: No hay mujeres que e valgan la pena. ELLAS: Los hombres son toodos iguales. ELLOS: Las mujeres están n todas locas. ELLAS: Los hombres solo buscan sexo. ELLOS: A las mujeres no hay nada que les venga bien. ELLAS: Busco alguien que me entienda. ELLOS: A las mujeres no las entiende ni Dios. ELLAS: Los hombres no me toman en serio. ELLOS: Las mujeres se te regalan. ELLAS: Si con más de 35 años están bien y son solteros, es porque son gays o tienen algo raro. ELLOS: Sin con más de 35 años están bien y son solteras, es porque no las aguanta ni su madre. ELLAS: A los 40 no estoy para perder el tiempo. Una ya se pone más exigente y busca alguien solvente y con auto y bla bla bla. ELLOS: A los 40 ya no aguanto que me acosen con tantos reclamos y exigencias. Prefiero una de 30, está mucho mejor y es menos exigente. ELLAS: Me gustaría volver a enamorarme. ELLOS: Me gustaría volver a enamorarme. Si reparamos en la lista expuesta arriba, nos podemos dar cuenta con claridad de que tanto ellas como ellos parecen culpar a la otra parte. Este es probableme­nte el problema más grave. En principio porque se parte de un prejuicio, lo que implica un juicio sobre el otro sin un conocimien­to previo y, por lo tanto, con grandes posibilida­des de que ese jjuicio sea fallido. Pero además y sobre todo porque nadie parece hacer una autocrític­a, sino que, muy por el contrario, solo expresan lo que el otro hace mal. En otras palabras: ven la falta en el otro y no en sí mismos. Si partes de la creencia de que es el otro el que se equivoca, el que está mal, el que no sabe lo que quiere o lo quiere equivocada­mente, difícilmen­te consigas dar con tu objetivo. El otro es el que es, no importa qué, y solo pierdes tiempo si te aferras a un prejuicio o si pretendes intentar cambiar a ese otrootro. Lo mejor que ppuedes hacer es implicarte, es decir, hacerte cargo de tu propia falta. En lugar de criticar al otro, incluyéndo­lo en una generalida­d de dudoso rigor científico, mejor disponte a ver qué cosas están mal con tu persona, qué estás haciendo mal, qué aspectos de tu vida no te satisfacen, cuáles son tus errores al encarar la búsqueda de un otro, qué puedes cambiar tú de tu propia persona. Esto es hacerte cargo, hacerte responsabl­e de tu parte. Claro que es mucho más fácil y menos doloroso criticar al otro, pero ciertament­e no es muy productivo si lo que quieres es obtener un resultado. Lo mejor que puedes hacer es, de una vez por todas, liberarte de prejuicios y mirar en tu interior para modificar aquellos aspectos de ti que pueden ser mejorados. Del libro “SaposyCeni­cientas.Unamirada

psicológic­aacercadel­asproblemá­ticas delamor”, de Daniel Alejandro Fernández, Ediciones Urano www.edicionesu­rano.com.ar

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