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Síndrome de la silla vacía

- *Coaching ontológico, de Salud y Bienestar Por Lucila Guttman*

Las navidades y las fiestas de fin de año, son momentos en que lo pasado se hace presente. Suele suceder que cuando nos reunimos año a año con la misma gente, tal vez con la totalidad de la familia, notemos con mucha tristeza la ausencia de alguna persona que falleció, no pudiendo evitar tener un poco de nostalgia. Todos tenemos a alguien que ya no está, alguien con quien ya no compartire­mos las fiestas. A esto se lo llama “síndrome de la silla vacía”. Entonces es cuando en medio de la alegría y el festejo que supone las reuniones familiares de Fin de Año o Navidad, no tengamos ganas de reunirnos ni de festejar. El solo pensar que esa persona querida ya no compartirá la mesa con nosotros, nos entristece. La sola posibilida­d de reunirse con la familia activa el recuerdo de esa persona, y nos somete a todo tip tipo de sensacione­s.

Llanto, rabia, soledad o negación soson sentimient­os normales y sanos qque aparecen cuando una persona nnos deja para siempre. Forman parte ddel proceso sanador de las heridas.

No hay una fórmula única para los qque han perdido a un ser querido p porque cada pérdida es distinta y c cada uno muestra, oculta o siente el dolor de diferente forma. Cada quien resuelve el duelo como puede, no hay recetas. Cada quien siente la ausencia de manera distinta.

Para aquellos que deciden reunirse es necesario quque puedan expresar y manifestar su sentir con respecto al familiar “ausente”: Dejar aflorar los sentimient­os, sean cuales fueran, incluso la alegría; buscar apoyo en familiares, amigos o terapeutas; establecer nuevos ritos y permitir que afloren las emociones son algunas de las recomendac­iones para sobrevivir a las fechas, que tanta gente detesta; no abusar de sustancias que “tapen” llos sentimient­os; reforzar la contención de aquellos que mmás lo necesiten; apoyarse en emociones, palabras y accciones positivas; celebrar, no es olvidar. Es posible recordar ccon amor el tiempo compartido.

Lo principal es respetar el estado emocional de cada uuno, y aquel que no tiene fuerzas para celebrar, deberá ser r respetado en su sentir. Se trata de enfrentar las ausencias ccomo se puede.

Ante la angustia, lo mejor es no asistir a reuniones dondde no se desee ir. Tal vez compartir la mesa con aquellos qque están solos, que no tienen familia, o con aquellos que ttienen carencias puede hacer muy bien. Es un acto de a amor infinito que engrandece y hace renacer espiritual-mente y anímicamen­te.

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