Dar de mamar al diván
La autora buceó en terapias no tradicionales para interpretar los mensajes de la relación madre-hijo durante la lactancia. Así, desarrolló un método que ayuda a dar la teta en paz y con felicidad para ambos
Como madre, me he sentido agotada, sin forma, sin tiempo, sin espacio, sin identidad, ultra-demandada, absorbida, devorada. He sentido miedo y la soledad más infinita y también he aprendido a valorar a mi compañero (el padre) cuando pudo sostener su rol con amor y altruismo. Verse amamantando por primera vez puede resultar muy extraño. Las mujeres solemos estar muy desconectadas con nuestros cuerpos y sentir su poder quizás sea incómodo o aterrador.
Como puericultora, debo tener en cuenta las necesidades del recién nacido y el medio que lo rodea aún desde antes del nacimiento. El rol es contener, escu- char, observar y brindar ayuda externa sin interferir en el vínculo madre-hijo.
De la experiencia cotidiana en el consultorio surgen algunos denominadores comunes:
La lactancia natural es la continuación del embarazo y del parto y la alternativa más saludable para las mamás y los bebés.
El niño pertenece al cuerpo de su madre. Necesita de él para hacer allí un lugar parecido a la panza otros nueve meses más fuera de él.
Las madres y los padres que tienen a su bebé en brazos por primera vez se sienten más maravillados y más solos que nunca. Para darles el cuerpo y la nutrición a nuestros hijos, necesitamos ayuda, guía, mirada, confianza y sostén.
El propio deseo
Todas las madres debemos escuchar nuestra voz interior y tenemos derecho a que se respeten nuestros tiempos. Los problemas nacen cuando no sabemos qué deseamos ni qué nos pasa y, mucho menos, qué es lo que realmente necesitamos. O, mejor dicho, cuando no sabemos que respondemos a los deseos de otros. En mayor o menor medida, todos, con una mano en el corazón, nos preguntamos qué es lo que nos pediría nuestro hijo si pudiese hablar sobre sus necesidades, sabemos cuál es la respuesta. También es cierto que muchas mujeres no desean amamantar y merecen ser respetadas y acompañadas.
Muchas madres llegan a consultarnos con problemáticas como “me duelen los pezones”, “mi bebé no engorda”, “mi leche no lo llena”, “me estoy quedando sin leche”, “con el sacaleche no me sale nada”, “cómo hago para aumentar la producción”, “mi bebé se prende mal”, “mi hijo me rechaza el pecho”, “no sé cómo destetarlo”, “mi bebé no duerme de noche”, “si lo tengo todo el tiempo a upa se va a malcriar”, “cuántas cacas tiene que hacer un bebé al día” y un largo etc. Pero la verdad es que el motivo de consulta es siempre la punta del iceberg, ya que hay otros motivos y miedos desconocidos para la mamá que la puericultora debe saber desandar.
Teta izquierda y teta derecha
Durante mi formación y mi trabajo, tuve que aprender a dialogar con el cuerpo de las mujeres y sus hijos para comprender qué querían decirnos. Como biodecodifi-cadora, desarrollé un método más o menos sistematizado para buscar el origen emocional de los conflictos relacionados con la lactancia.
No es lo mismo tener un problema en
la teta izquierda que en la derecha (tampoco en un ojo que en otro). Cada hemisferio del cuerpo, dirigido por un hemisferio cerebral, expresa un conflicto diferente. Para un diestro, la teta derecha simboliza un conflicto de nido (hogar o símil) con los colaterales, parejas, hermanos, socios, compañeros de vida. A veces puede simbolizar al padre. La teta izquierda representa un conflicto de nido con el rol materno, o sea, los hijos propios o la madre o abuelos. Cuando se produce una mastitis o una inflamación en la mama derecha, posiblemente se haya desencadenado luego de la resolución de un conflicto con la pareja. Cualquier inflamación o infección (por virus, hongos o bacterias) pertenece a una etapa de reparación del cuerpo, momento en el cual se supera el conflicto (etapa de estrés). Para un zurdo, la significación es inversa. De esta manera, le explico a la mamá que la “enferme- dad” no es la infección, la infección es un resultado positivo de un cuerpo en buen funcionamiento. Lo que el cuerpo sufrió fue un grado de estrés psíquico tan grande que no pudo con él y debió “bajarlo” a la biología, al cuerpo. Lo interesante es no volver a exponer al cuerpo, poder hablar y expresar qué nos pasa, liberando la tensión mediante ejercicios de bioenergética y visualización. Las causas de los desórdenes físicos no pueden ser físicas, porque, según la ciencia, el mundo físico y perceptible de la forma tiene un origen en la liberación de energía. Siempre hay una causa más sutil para descubrir.
Las mamas tienen como función proteger la especie, alimentarla. De la leche depende la supervivencia. Fijense en el siguiente caso:
“Susana consulta por un gran dolor durante la bajada de leche. Acudimos rápidamente a su domicilio el mismo día que habían regresado de la clínica con un bebé de 3 días. Prendimos correctamente al bebé y establecimos una buena frecuencia y duración de las tomas. El niño cooperaba muy bien y demandaba seguido. Luego de la toma, nos quedamos unos minutos haciendo la maniobra de extracción para descargar algunas zonas en particular y, después, aplicamos frío. Cuando por fin Susana vio fluir la leche y disminuir un poco la inflamación, pudo llorar. Recién cuando ella sacó su llanto, su hijo se calmó de sus supuestos cólicos y logró dormirse tranquilo”.
Esta es una escena muy recurrente: bebés que se calman cuando sus madres pueden llorar sus dolores. Susana nos cuenta que con su hija de 6 años no recuerda este proceso inflamatorio y doloroso durante la bajada de leche. Ambas tetas estaban realmente duras como piedras. Cuando preguntamos por el embarazo, nos cuenta que eran mellizos, pero antes del tercer mes, solo prosperó un bebé. Su cuerpo estaba respondiendo para dos niños. No solo su cuerpo, su alma quería que hubieran nacido los dos. Pudo contarle a sus tetas y a su bebé cómo lamentaba la falta de su hermano y lo contradictoria que se sentía con el nacimiento ya que la misma felicidad por el segundo hijo le rememoraba la pérdida.