Cada padre, cada hermano
Cada vínculo entre padre e hijo es único e irrepetible. La consecuencia lógica, pero muy difícil de aceptar, es que los padres muestran hacia cada uno de sus hijos un trato desigual, lo cual tiene consecuencias sobre los hermanos. Esto se debe a la sumatoria de múltiples variables que vienen de los padres, de los hijos y de las circunstancias que atraviesa cada uno de ellos. Ese trato único termina siendo desigual, sin propósito de discriminar o favorecer a los hijos.
El vínculo padre-hijo es vertical, a diferencia del vínculo entre hermanos, que es horizontal. Los hermanos comparten los mismos padres, pero no el mismo tipo de vínculo con sus progenitores, ni las mismas vivencias con respecto a la realidad familiar, ni las mismas interpretaciones y explicaciones que cada miembro tiene sobre hechos y/o situaciones ocurridos dentro y fuera de la familia.
Por lo tanto, los hermanos se comparan entre sí por la relación que cada uno ha establecido con sus padres. Lo que es evitable son las consecuencias negativas que tiene el vínculo único.
El primer vínculo que tiene el niño es con su madre; luego con su padre. En este encuentro tan importante, la madre trae su personalidad ya formada con determinadas características. Los rasgos de carácter del adulto tienen que armonizar, sincronizar con los rasgos del hijo. Entre las personas puede existir sintonía o no producirse. Vale decir que los rasgos individuales pueden armonizar y equilibrarse con los de la otra persona. También puede suceder lo contrario, las características de ambos pueden desequilibrarse, aumentando los aspectos negativos, causando conflictos entre las personas.
La primera pregunta conductora es: ¿qué te pasa con tu hijo, qué despierta determinado rasgo de él en ti, cómo te resuena dicha característica en tu persona?
Cada padre puede darse cuenta de cómo los rasgos de su hijo le llegan a él. Siguiendo con el ejemplo anterior, no existe un niño inquieto, sino que las personas cercanas a él lo señalan como tal y responderá según lo que los seres queridos y cercanos sientan hacia dicha característica. Así comienzan las raíces del trato único, se crea un encuentro único, una danza entre las características de ambos, padres e hijos.
La mayoría de los padres responde ante sus hijos sin darse cuenta de qué les sucede en dicho vínculo, qué circuitos emocionales se encienden en su interior. Muchas veces, el padre siente que le molesta su hijo. Tenemos que profundizar en esa molestia y describirla más detalladamente. Es así como un tema de falta de sincronía entre la madre y el hijo puede causar serios problemas vinculares. Imaginen la gran cantidad de rasgos de personalidad que tenemos, por lo tanto, los encuentros y desencuentros entre cada padre e hijo pueden ser variados.
Estas relaciones se dan en un contexto familiar, ya que existe una madre que se lleva bien con uno de sus hijos, con el que forma un círculo de retroalimentación positiva; con otro hermano se puede vincular con un círculo de retroalimentación negativa. Este último lo sentirá y llegará a conclusiones erróneas que le pueden causar un gran daño emocional. Se escuchane frecuentemente en ele consultorio del psicólogo pacientes de todas las edades que sienten que su madre o su padre no lo quieren, no es importante para ella o para él, siempre prefirió más al hermano que a él. Estos pensamientos son de vital importancia, pues el hijo los siente y le resuenan diariamente en los primeros años de su vida.
Es así que se van formando círculos de interacción padre-hijo positivos y otros negativos.n Ambos círculos interactivos se retroalimentan. El niño aprenderá a vincularse a través de un círculo negativo o un círculo positivo que se forma con su madre. A lo largo de los años, he presenciado cómo las características del hijo y de la madre causan muchos problemas y dejan profundas huellas en ambas partes. Los hermanos observan y comparan el trato de su madre o padre con su hermano y con el suyo y siempre verán diferencias, pues el trato, como hemos afirmado anteriormente, es único.