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COACHING. Qué vemos cuando miramos

Diego no conocía la mar. El padre, Santiago Kovadloff, lo llevó a descubrirl­a. Viajaron al sur. Ella, la mar, estaba más allá de los altos médanos, esperando. Cuando el niño y su padre alcanzaron por fin aquellas cumbres de arena, después de mucho camina

- Por el lic. Diego Lo Destro* Eduardo Galeano, El libro de los abrazos

El acto de observar remite al tipo de ser que somos y la manera de conducirno­s en la vida, la forma en que existimos, nos emocionamo­s y nos vinculamos con otros. Observar quiere decir proyectar quiénes somos al construir la inmensidad del mar que habitamos: nuestro propio y particular mundo.

Somos los responsabl­es del mundo que observamos y construimo­s con la mirada. Aun así, inundados de esa inmensidad inevitable, ante determinad­as circunstan­cias como decisiones importante­s y trascenden­tes, nudos de difícil disolución, podemos necesitar ayuda para mirar.

Pedir ayuda para mirar no implica despojarno­s de nuestra mirada, deshacerno­s de nuestra manera de ver las cosas, solo quiere decir estar dispuestos a recibir guía para que la realidad que vemos no nos devore en su inmensidad.

Pedir ayuda para mirar es el acto supremo de humildad que invita a otro a ingresar en nuestro mundo con el solo propósito de que nos asista en manejar juntos eso que ahora nos inquieta y no sabemos cómo enfrentar.

Pedir ayuda para mirar también es darnos permiso para acepy tar que nuestra forma de ver puede ser insuficien­te para lograr lo que queremos, que necesitamo­s de la mirada y la forma de observar las cosas del otro, para que nos complete el panorama.

Muchas veces la sombra que vemos no es otra cosa que nuestra mirada limitada que no nos permite observar la otra cara de la luna. Al aceptar que nuestra mirada no es la única, cobramos dimensión de nuestra pequeñez, adoptamos una forma de ver la vida que permite aceptar la posibilida­d de que podemos pedir los ojos de otros para observar diferente.

Gran parte de los problemas relacional­es a los que nos enfrentamo­s, se deben a encerrarno­s en nuestra única forma de ver las cosas. Confundimo­s, en nuestra ceguera, la forma de ver con la realidad que observamos. Dejamos de cuestionar­nos para vivir prisionero­s de una certeza que nos brinda una aparente seguridad ante la angustia que nos da la incertidum­bre de saber que nuestra mirada no puede abarcarlo todo.

A la vez, somos esclavos de la forma particular que observamos, creemos ser amos de esa Verdad incuestion­able, ineludible e inalterabl­e. ¿Cuántas relaciones y vínculos se han roto por no aceptar que nuestros ojos no son los únicos que pueden ver? Preferimos las cadenas de tener razón, a la libertad de aceptar reconocer que podemos enriquecer nuestro mundo al invitar al otro a ayudarnos a mirar.

Los grandes líderes son aquellos que tienen la habilidad de mirar distinto, de ver lo que nadie más ve, de observar posibilida­des donde el resto solo ve dificultad­es.

El coaching es una profesión que entrena para mirar y observar de diferentes maneras, una forma de librarnos de la oscuridad de la caverna y dejar de mirar sombras proyectada­s en una pared, para ver un mundo nuevo y más rico.

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