LECTURA. Peligrosa sobreprotección
Todos los padres protegen a sus hijos de los peligros existentes y, a medida que maduran, les van enseñando a que ellos mismos puedan cuidarse ante estímulos que van presentando en diversas situaciones. Es así que el niño comienza a realizar tareas en forma independiente, con la supervisión y la mirada atenta de los padres. Hay madres que no permiten que sus hijos realicen simples tareas que ya pueden hacer por sus propios medios. Cuando pasan los años y el niño se transforma en joven sigue dependiendo de sus padres, lo que fue en su infancia un privilegio, pasa a ser una limitación. Todos sabemos que un músculo que no se usa se atrofia; del mismo modo, actividades que no se realizan cuando el hijo ya está maduro para realizarlas lo anulan, le quitan la oportunidad de crecer.
La pregunta conductora es: ¿qué lleva a los padres a sobreproteger a un hijo y cómo esa sobreprotección influye en el hijo sobreprotegido?
La madre sobreprotectora tiene miedos no conscientes que proyecta sobre un hijo, sin hacerse cargo de sus temores. Algún rasgo de su hijo o el momento en que nació hace que el progenitor deposite sus temores en él, sin intención y sin contactar con sus propios miedos.
La sobreprotección es una conducta más femenina; si bien observamos padres que sobreprotegen, son mucho menos en relación con las madres. La madre ante tensiones de la vida diaria empieza a controlar al hijo que le despierta preocupación. Vive la vida en función de su hijo, pegada emocionalmente, y en ciertas situaciones se autoposterga en su vida personal para controlarlo.
El padre puede sentir la misma preocupación, pero lo manifiesta de otra manera, se aísla, no habla del tema, no lo controla, pero puede sentirse preocupado por su hijo. Son distintas formas de enfrentar los miedos y las preocupaciones ante los hijos. La madre sobreprotectora está siempre pendiente de evitar que su o sus hijos se expongan a situaciones conflictivas, angustiantes o dolorosas. Es capaz de realizar los deberes domiciliarios en lugar de su hijo para que salga a jugar, da todo lo que pide para evitar la frustración. Al no tolerar la separación con su hijo, no lo autoriza a que vaya al campamento del colegio o a dormir a la casa de un amigo pues teme que le suceda algo. Presenta miedo no consciente ante la separación, pues imagina que pueden ocurrir hechos negativos. La madre sobreprotectora es capaz de decidir por ellos y los disculpan por cualquier error que cometen. De esa forma, no se dan cuenta de que le quitan la oportunidad de aprender de sus errores y fortalecerse emocionalmente para enfrentar la frustración que es inherente a la vida humana en todas las etapas y situaciones de la vida.
Existen madres que pueden sobreproteger a todos sus hijos, pero siempre existe uno más sobreprotegido. Otras madres sobreprotegen solo a un hermano dentro de todos sus hijos. El padre sobreprotector ve peligro en situaciones en las que no existe y es creado por su mente negativa que alimenta su temor a que le suceda algo peligroso a su hijo.
No solo los miedos no conscientes pueden ser el motor de la sobreprotección. También la culpa es mala consejera a la hora de educar hijos. Resumiendo, podemos decir que la culpa puede deberse al poco tiempo que pasan con ellos por cuestiones laborales, por criarlos en una familia monoparental o por no poder brindarles todo lo que el niño quiere consumir. Muchos padres tienen la idea de la familia nuclear (papá, mamá e hijos), por lo tanto, en situaciones de familias monoparentales, el padre que enfrenta la educación de sus hijos se siente culpable, lo cual le provoca una culpa que lo lleva a sobreproteger a su hijo.
La felicidad del hijo no dependerá del consumo que le brinden, ni en qué tipo de familia crezca, nuclear o monoparental, sino de los límites que se fijen y sostengan para que se frustre y pueda fortalecerse. Cuando le compran todo lo que él quiere o le permiten hacer todo, lo están mal ayudando a que desarrolle baja tolerancia a la frustración y esto es una característica de los niños y jóvenes actuales. La capacidad de poder enfrentar la frustración diaria no se compra ni se alquila, se crea en el hogar por medio de los límites que fijan y sostienen los padres. Por eso, muchos niños actuales siempre están insatisfechos, no felices y quejándose ante sus padres. En el fondo, tienen baja tolerancia a la frustración, pues no están acostumbrados a crecer con un adulto que fije y sostenga el límite. Esto frustra, pero el niño se va acostumbrando a esa situación tan necesaria y se va fortaleciendo para enfrentar otras situaciones de la vida.