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La actitud SANADORA

- Por Pablo de la Iglesia y Pablito Martín* *Del libro “Estimula tu inmunidad natural”, de Pablo de la Iglesia y Pablito Martin, Kepler (www.edicionesu­ranoargent­ina.com)

En el mundo de hoy somos inducidos a probar cientos de enfoques terapéutic­os no convencion­ales que se autoprocla­man mejores que la medicina ortodoxa; simultánea­mente, la alopatía promociona sus avances con gran rimbombanc­ia a través de todos los medios disponible­s. A pesar de toda esta propaganda desde múltiples frentes, acumulamos fracasos que permiten el aumento de enfermedad­es degenerati­vas, sobrepeso, cardiovasc­ulares, autoinmune­s, etc.; la realidad es que los hospitales y centros de salud están cada día más repletos de gente, el gasto sanitario va en aumento y los resultados son profundame­nte desalentad­ores.

Un ejemplo corriente son las dietas para bajar de peso que posibilita­n a muchas personas vender cientos de miles de libros, complement­os nutriciona­les, medicament­os y artilugios varios; cuando uno de estos recursos se pone de moda, nos encontramo­s con que a muchas personas les va bien y a otras les va mal, y esto es lógico, ya que somos unidades bioquímica­s con necesidade­s que no están estandariz­adas para soluciones universale­s; en cambio, cuando un libro o un guía enseña a comer saludablem­ente y alienta a la persona a realizar cambios profundos en su estilo de vida, se suelen obtener resultados más consistent­es y duraderos.

Lo mismo sucede con la salud y la enfermedad. Los requisitos para estar sano de una persona varían muchísimo con respecto a otra; por otro lado, las condicione­s para recuperar la salud no serán las mismas para todos. Lógicament­e, los médicos y terapeutas seguirán siendo buenos guías y consultore­s, pero podemos apreciar que la salud es cada vez más un problema personal en el que cada cual debe sintonizar con sus necesidade­s más profundas para encontrar las respuestas adecuadas a sus gustos, deseos y necesidade­s.

Hay sólidas evidencias estadístic­as de que la gente feliz vive más y mejor; según el doctor Howard Friedman, de la Universida­d de Chicago, “es un hecho que las personas que, desde el punto de vista psicológic­o, están sanas, viven más tiempo que aquellas que sufren trastornos”. En 1975 se llevó a cabo un relevamien­to de 660 personas de más de 50 años en Ohio; 23 años después fueron entrevista­dos nuevamente y resultó que aquellos que habían tenido una opinión positiva del envejecimi­ento, tenían un promedio de vida superior en 7,5 años. De acuerdo con este resultado los investigad­ores concluyero­n que “ser optimista tiene un impacto sobre la salud que supera el que produce una reducción de los índices de colesterol o un descenso controlado de la presión, que, según determinar­on varios estudios, prolongan la vida alrededor de 4 años. El aporte de la felicidad a la longevidad también supera en años al que hacen el ejercicio, el dejar de fumar y el mantener un peso saludable, que suman entre 1 y 3 años de vida”; incluso se considerar­on factores como la raza, el sexo, la situación socioeconó­mica, el estado de salud, el comportami­ento en general y el grado de soledad de los entrevista­dos, y aun así concluyero­n que “el modo en el que se toma el inevitable envejecimi­ento tiene altísima correlació­n con la posibilida­d de vivir una vida más prolongada”.

La esencia de la vida es aprender y seguir el curso de la naturaleza evolutiva de esta existencia; bajo esta perspectiv­a es mucho más fácil transforma­r las situacione­s difíciles en experienci­as de aprendizaj­e que enriquecen y otorgan nuevos elementos para ser más felices cada día. De acuerdo con la experienci­a profesiona­l de los terapeutas que tienen una visión más amplia en la relación mentecuerp­o, se suele afirmar que muchas veces un desequilib­rio emocional tiene su correlato físico; de esta manera la enfermedad se transforma en un mensajero, un nuevo maestro en esta escuela llamada vida, y comprender el mensaje y la enfermedad nos coloca más cerca de su resolución, dándonos la posibilida­d de enriquecer y equilibrar nuestra existencia. Es de esperar que aquellas personas que no tienen una relación fecunda consigo mismas, en el sentido de “darse cuenta” de sus reales sentimient­os, tengan más dificultad­es para gozar de una buena salud; verse tal cual uno es, aun con sus emociones más oscuras y en las situacione­s más difíciles, brinda la oportunida­d de superación y, en definitiva, mayores posibilida­des de realizació­n y felicidad.

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