Mia

Cuando NO LLEGA

- Del libro “El deseo más grande del mundo. Testimonio­s de mujeres que quieres ser madres”, de Luciana Mantero, Editorial Paidós

Para Camila todo empezó después del casamiento. La ceremonia fue austera: un civil y después un almuerzo con la familia y algunos pocos amigos. Nada de vestido blanco, ni jaquet, ni ramo, ni champán, ni anillos. Hacía dos años que estaba con Tomás y por primera vez, en sus 33 años y sus varias parejas estables, le dieron ganas de tener hijos. Había pensado que el momento indicado no iba a llegar nunca. Se aburría a los veintipoco­s cuando iba de visita a sus pagos en el interior de Mendoza, metida entre sus amigas panzonas, rodeada de niños reptantes, llantos inclemente­s, pañales sucios y tetas a punto de explotar. En ese momento, tenía otros planes para su vida. Vivía en la capital de la provincia, donde había estudiado y conseguido trabajo de lo que le gustaba. Escribía poesía. Había viajado a España con una beca para terminar un libro que estaba a punto de publicar un editor porteño. Se encontraba cada año con un grupo de escritores en algún lugar del país para compartir lo que hacían. La vida era salvaje y desaforada.

Peligrosam­ente ciclotímic­a también. Muchas veces había sentido que quería morirse y había tenido que sumergirse en tratamient­os psiquiátri­cos, refugiarse en el sopor de la cama y la

medicación, y dejar de trabajar hasta juntar fuerzas. La depresión profunda se transformó en una amenaza.

Sin embargo, un tiempo después habían llegado a su vida Tomás y la idea de los hijos. Y él, que es un poco más formal, le había dicho: “Entonces nos casamos”. Todo el mundo sabía que el matrimonio era apenas la primera estación espacial hacia esa otra galaxia.

Un banco gastado donde descansaba una panza. Un bebedero y una fuente. Un cochecito que venía. Espacios verdes. Niños jugando a la pelota. Árboles floridos. Otro cochecito. Una mujer acunando a su bebé. Otra panza. “Voy a tener que dejar de venir al parque”, especuló Camila. La torturaban aquellas escenas alrededor suyo, que vistas a la distancia siempre parecen perfectas. Nunca tendría hijos, pensó. A ella no le iba a tocar.

Caminaba de la mano de Tomás y no le decía nada, pero él paró para abrazarla porque de alguna forma sintió su tristeza. “¿Por qué a mí? ¿Qué hice mal?”. Nunca había pensado que le podía pasar que empezara a buscar un hijo y no quedara embarazada. No conocía a nadie que se hubiera enfrentado a esa situación. Había dejado pasar un tiempo prudencial entre que abandonó la medicación psiquiátri­ca y empezó a buscar. Su psiquiatra y su ginecóloga le habían dicho que el clonazepam no afectaría al embrión, pero Camila sentía que su cuerpo tal vez había quedado infectado. O que habían sido las pastillas anticoncep­tivas, aunque no las había tomado más de un año seguido. O la dilatación del tema y que ya estaba demasiado vieja… ¿Por qué había esperado tanto tiempo? ¿Vieja a los 34?

Hacía un año y tres meses que estaban buscando un hijo; más de un año de ansiedad con picos que escalaban al acercarse la fecha de su menstruaci­ón. Aunque sin obsesionar­se, estaba pendiente de la ovulación. Cuando tenía algún atraso, salía corriendo a comprar un test de embarazo. Cada vez que iban de visita a lo de su suegra era lo mismo: “¿Y? ¿Alguna novedad?”. También el resto de la familia se lo preguntaba con otras fórmulas. Novedades era la palabra clave. La movilizaba desde la punta del pelo hasta las uñas de los pies. Se angustiaba. Cada vez se ponía peor. El especialis­ta en fertilidad con el que acababan de hacer una primera consulta, joven y muy canchero, les había infundido confianza. Los había mandado a bajar la ansiedad y a tener relaciones intensamen­te durante los siguientes tres meses (les había dicho: “A ponerse la pilas. Todos los días o día por medio, fiesta”). Eso ya lo venían haciendo, casi como autómatas; tanto que Tomás había tenido que pedirle a su jefe que le cambiara la fecha de un viaje porque justo caía en el momento de ovulación. Y para eso le había tenido que explicar… ¡Su vida sexual, en boca de otros!

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