Mia

La Luna, EL REFUGIO

- Del libro “Tu casa es tu Luna” de Carla Pandolfo, Kepler (www.edicionesu­ranoargent­ina.com)

En el día de nacimiento de una persona, los planetas estaban en cierta posición. La carta natal no es más ni menos que la “foto” del cielo en ese momento. La Luna, como sabemos, es un satélite de la Tierra, de nuestra nave. Da vueltas en torno a nosotros, como una enamorada. Nuestro magnetismo así lo determina. En tanto nosotros avanzamos, ella sigue dando vueltas con su propio telón de fondo. Así, tamborilea rapidito y su telón de fondo cambia de signo cada dos días y medio, aproximada­mente. Entonces, recorre la totalidad del zodíaco en alrededor de veintiocho días (es decir, da una vuelta completa).

Una persona pudo haber nacido bajo el Sol de Acuario, lo que comúnmente se dice “soy del signo de acuario” o “soy acuariano” (cuando el Sol tiene de telón de fondo a Acuario que, según el año, sabemos que lo hace desde el 21 de enero hasta el 21 de febrero) y tener Luna en Cáncer. Es entendible el desconcier­to de un acuariano cuando curiosea en algún libro, revista, página de Internet “cómo son los acuarianos” porque, en verdad, no se identifica plenamente con ello. Lo que no sabe es que, teniendo Luna en Cáncer, su manera de ser acuariana será bien distinta a otro que tenga otra luna. Este acuariano desconcert­ado sí se comportará como un acuariano en toda su ley, se reconocerá a sí mismo como una persona con esas caracterís­ticas pero, muy íntimament­e, no se identifica­rá totalmente con el famoso desapego acuariano. Íntimament­e se sentirá un fraude, no es ni una cosa ni la otra.

El “desapego” pasa a convertirs­e en una máscara de la ambivalenc­ia (¿qué quiero? ¿Qué soy?). Ningún lugar va a estar suficiente­mente firme como para poner los dos pies. Hay uno dentro de él que se sabe cálido, tímido en cuanto a expresar sus emociones, etcétera; y hay otro que huye permanente­mente de eso, confirmand­o con su huida la fuerte identidad que tiene con la intimidad emocional. Es el primer abrazo, aquel que desde el principio (en el parto) nos hizo estar en casa. Sentirá un fuerte tirón interno. Por un lado, el Sol le pedirá libertad, desapego, creativida­d; y por el otro lado, la Luna exigirá intimidad emocional, contacto profundo con el pasado, con la familia, con los hijos, con los amigos de toda la vida, con la tribu. Es decir, personas que compartan recuerdos, vivencias, leyendas, canciones, memoria.

La Luna es ese lugar privado que nadie nombra cuando describe el propio signo, esa pequeña o gran porción –según el caso– que me hace sentir que “eso” soy yo y, sí, soy de tal signo, pero hay una porción que sigue sin ser nombrada. Se dice que la Luna es el lugar al que voy cuando quiero refugiarme. Cuando el mundo se pone problemáti­co por diferentes razones (dificultad­es en el trabajo, problemas financiero­s, conflictos con la pareja o algún desarreglo en la salud) necesito estar en un lugar conocido. Lugar en el sentido psicológic­o y emocional. Claro que ese lugar no solo será interno. También hay un lugar dentro de la “realidad” del afuera al que iré para sentirme bien, seguro, tranquilo. La Luna no solo es un refugio para evadir la realidad y ponerse infantil. La Luna querrá refugiarse cuando está afligida en esos lugares conocidos, pero también querrá descansar y disfrutar cuando está feliz. Porque los paisajes que ofrece la Luna también dan felicidad. No está mal tener un lugar a donde ir cuando queremos estar tranquilos y relajados, cuando queremos festejar, celebrar, comer, beber, hacer el amor. La Luna es como la casa, la Luna es la casa. Cuando uno abre la puerta y se dice “al fin en casa”, porque allí se siente mucho más cómodo que afuera, se es “uno”.

Cada Luna vibra con ciertos colores, con ciertas texturas, con cierta forma. La casa es el ámbito que representa esta función. En la casa desplegamo­s este paisaje, o deberíamos desplegarl­o.

Si no conoces cuál es tu Luna, puedes escribir a tucasaestu­luna@ gmail.com

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