Hay corazas para todos los estilos. Rígida: el que todo lo puede Este estilo de coraza nos acompaña durante mucho tiempo, la hemos adquirido gracias a sufrimientos profundos o pérdidas, suele tener características de rigidez, no porque nos ayude a detene
ciones, pero en el fondo, suelen reflejar el compromiso de cómo nos tratamos y qué queremos controlar en el afuera. No estamos interactuando con el otro sino con nosotros mismos, desde el juicio de que podemos guiar emociones ajenas y propias. Solemos poner una energía que no contribuye con la calidad de vida que deseamos y sentimos un enorme cansancio por mantener las armaduras.
En algún momento algo pasó, que no fue, desde nuestro punto de vista, un resultado positivo sino doloroso y, a partir de allí, el miedo al sufrimiento. Este miedo, lejos de tomarse como una señal, nos hace reaccionar colocando una coraza, probablemen-
La armadura que nos protege también nos limita. Las corazas podrán ilusionarnos y ayudarnos a pasar situaciones muchas veces complejas, pero aunque suelen funcionar como la balsa que nos permite atravesar ciertos ríos embravecidos, si una vez en tierra firme, en vez de abandonarla, cargamos con ella, se convertirá en fuente de cansancio y, más aún, de sufrimiento, sentimientos que, casualmente, queremos evadir al utilizar la coraza.
Cuando detectamos que tenemos corazas que nos inmovilizan, podemos huir, victimizarnos y, de esta forma, conservarlas o bien afrontarlas y eliminarlas para volvernos responsables de nuestros sentimientos.
Para eliminar las que nos inmovilizan, primero necesitamos identificarlas y, un primer paso, puede ser que empecemos a evaluar las relaciones y vínculos donde no estamos bien para reconocer el compromiso que nos ha llevado a crear nuestras corazas, distinguiendo los miedos que no nos permiten mostrarnos tal cuales somos, eliminándolas para poder ser quienes necesitamos ser y declararlo, integrando todos nuestros aspectos para poder integrarnos con los demás.