LECTURA. ¿Qué hombres atraés?
Me estremezco al pensar en la cantidad de tiempo que he pasado escuchando a mujeres (y también a mí misma) obsesionadas con encontrar al hombre perfecto o con cambiar al que no lo es para intentar que lo sea. ¿Y con qué resultado? ¡Un sinfín de horas pasadas al teléfono y demasiadas copas de vino consumidas! Como un disco rayado, nos quejamos y lloramos por los hombres y por nuestro deseo insatisfecho de que nos amen, nos abracen y se casen con nosotras.
Por fortuna hay otra opción disponible y es llegar a conocernos de verdad a nosotras mismas y no me refiero a la imagen que presentamos ante el mundo, sino a la manifestación más auténtica delYo. La calidad de nuestras relaciones de pareja, y de todo en la vida, empieza conmigo misma y no al revés. Al fin y al cabo, al elegir quiénes somos, determinamos también el él y el nosotros. Es tan claro como una ecuación: un yo + un él = dos personas que forman un Nosotros.
Descubrí finalmente esta dinámica tras tomar conciencia de ese fenómeno universal llamado la Ley de la Atracción. En su forma más simplificada, dicha ley afirma que “los iguales se atraen”. Trasladado a las relaciones de pareja, significa que atraemos a personas como nosotras, a hombres que reflejan con exactitud cómo nos sentimos respecto a nosotras mismas. Si te quieres de verdad, ello se manifestará en un hombre que tenga la capacidad de amar incondicionalmente. Si afrontas la vida como una desdichada víctima de tus circunstancias, encontrarás a un compañero que te ayude a crear esa realidad. Si eres algo intermedio entre el amor propio firme e inquebrantable y el victimismo que se manifiesta en desprecio por una misma, las cosas pueden salirte bien o pueden salirte mal. En efecto, te guste o no, eres responsable al cien por cien de la pareja a la que atraes y conservas. Sólo cambiando tu yo interior puedes transformar tu realidad y tu relación de pareja. ¿A qué clase de Él atrae tuYo?
Nadie es perfecto, la perfección es una meta inalcanzable. Imagínate cuántos problemas nos ahorraríamos si pudiéramos rendirnos a nuestras imperfecciones y dejar a los demás con las suyas, y especialmente a nuestras parejas. Ello nos dejaría libres para concentrarnos en la única parte de la ecuación que podemos controlar: Yo misma. Todas nuestras relaciones personales empiezan conmigo, lo cual nos deja tres opciones:
¿Hasta qué punto estás “sana”? No me refiero a tu salud física. La salud, en este contexto, no tiene nada que ver con tus pulsaciones cardíacas, ni con hacer las cosas “correctas”. No se trata de comer alimentos saludables, practicar yoga o hacer terapia. Aunque todas esas cosas contribuyen a tener un yo más sano y completo, me estoy refiriendo a una salud emocional, mental y espiritual sólida y real, a una salud que proviene de la profunda aceptación y la conexión con tu ser más auténtico. Hablo de esa especie de soberanía que llevas en el centro de tu ser y que siempre sabe que eres suficiente, con o sin un hombre, del mismo modo que lo eres ahora, en este preciso momento. Es la profunda creencia en que tú sola, por ti misma, formas un todo completo.
A partir de ese punto de salud y plenitud, aceptamos al cien por cien nuestra responsabilidad sobre nuestras vidas y sobre todo lo que hay en ellas, incluidas las relaciones de pareja. Al despertar a nuestro propio yo, a lo que hemos sido y a lo que estamos en proceso de ser, somos capaces de tomar decisiones conscientes.
Dejamos de reaccionar, dejamos de ser inconscientes e irresponsables respecto al impacto que ejercemos sobre nuestras vidas y empezamos a tomar el control de nuestra existencia. Sólo entonces podemos dejar de conformarnos con menos y dejar de creer que “algo” es mejor que nada. Sólo entonces empezamos a crear las vidas y las relaciones que queremos.