¿Dejarlo todo por amor?
Cantidad de hombres y mujeres se salen de su eje en la fase del enamoramiento. Se desdibujan y se vuelven irreconocibles para quienes los frecuentaban y para sí mismos en un afán de mimetizarse con la nueva pareja. ¿Sirve dejar todo por amor? Te contamos los riesgos que entrañan las decisiones extremas.
El enamoramiento es un estado de flotación, casi una irrealidad en la que sólo vemos las virtudes del ser amado y parecen no existir sus defectos. La transición de este estado al del amor real presenta todo un desafío que vale la alegría, pero, ¿cómo convertir el enamoramiento en una relación?
El enamoramiento es adictivo. Freud decía que en él, el objeto amado goza de cierta exención de la crítica. El doctor Estanislao Bachrach, autor del libro “Ágilmente” relata que en experimentos con resonancia magnética nuclear se ve cómo el cerebro de un enamorado se enciende en partes relacionadas con las adicciones.
Este estado tan “arriba” no puede durar eternamente. Tal vez, meses pero la construcción del amor verdadero se dará a partir del momento en que las dos personas tomen la decisión de transitar ese camino.
Una relación se establece a partir de un contrato tácito entre dos personas dispuestas a crecer y a nutrirse mutuamente.
Cuando iniciamos una relación, es frecuente que depositemos en ella muchas expectativas, pensando que nuestra vida tomará otro color de la mano de esa nueva persona. Puede que eso ocurra- ojalá así sea- pero nunca hemos de perder de vista que la mejor relación, la de base, es la que entablamos con nosotros. Y luego con los otros. Cuando estamos bien, amamos bien.
El inicio de un vínculo nunca es el mejor momento para resolver grandes asuntos ni efectuar cambios trascendentes, sobre todo porque el otro aún es un desconocido.
Estas son algunas decisiones que pueden redundar en equivocaciones enormes cuando no son maduradas el tiempo suficiente.
Irse a otra ciudad o país: es muy común sobre todo en personas jóvenes dejar el lugar de residencia para sumarse al proyecto del novio/a o esposo/a reciente. Sopesá los pros y los contras de manera criteriosa. Dejar las raíces es complejo y mucho más si sabés poco del otro. Cuando un vínculo es reciente siempre podés intentar que crezca a la distancia y luego, si prospera, seguir los pasos de él o de ella. Actuá con serenidad.
Dejar los vínculos: acompañar a otro en su proyecto personal involucra que dejes tus afectos a la distancia, te alejes de la familia y te distancies de los amigos. Muchas personas se meten tan de lleno en una nueva relación sentimental que cambian radicalmente su manera de vivir de un día para el otro. Así no funciona: uno más uno es dos, no fundirse en otro.
Renunciar al trabajo: hace no tanto, era la mujer la que solía dejar su actividad laboral en función de una construcción vincular, sobre todo cuando entraban los hijos en escena. Hoy la mayoría de las mujeres trabaja y es vital en la economía familiar. Además de las cuestiones vinculares, aquí se juegan temas económicos y profesionales. Se impone un diálogo a corazón abierto, viendo qué gana y qué pierde cada quien y, sobre todo, analizando si el proyecto en común se beneficia de esta decisión. Cuentas claras, conservan relaciones.
Cambiar de credo: hay quienes deciden convertirse a otra religión para casarse o para evitar un conflicto familiar. Estas decisiones han de tomarse basándose en la convicción y no en un arrebato para intentar complacer a la pareja o a la familia. Para dar un paso como éste, es vital que cuentes con información, dialogues y, sobre todo, escuches a tu corazón. El respeto es fundamental.
Cuando de construir una pareja se trata, siempre es necesario negociar y buscar acuerdos. Escuchar a la razón, al corazón y fundamentalmente, a la intuición.