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El peor clima de América del Norte

Subir el Monte Washington y tener una vista privilegia­da es lo más fácil. Lo difícil es soportar sus temperatur­as bajo cero, su cambiante meteorolog­ía y sus vientos infernales

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Zapatillas y ojotas, nada de pesadas botas de montaña. El calzado que llevan las personas que se dejan fotografia­r en la cima da una idea de lo accesible que es la montaña más alta del noreste de Estados Unidos. La mayoría de los visitantes llega cómodament­e a la cima del Monte Washington, a 1.917 metros de altura, en coche o en el tren del lugar. Los caminantes son claramente minoría.

En verano, mucha gente suele arremolina­rse junto a la pequeña pirámide de piedra en la cima. Cuando hace sol, nadie recuerda que la montaña está situada en una de las zonas meteorológ­icas más peligrosas de Norteaméri­ca. Prácticame­nte todos han visto el letrero amarillo en el borde del camimo que dice: "El terreno que usted tiene delante tiene el peor clima de América. Muchas personas han muerto allí de hipotermia, también en verano. Regrese si hace mal tiempo", advierte el servicio forestal de Estados Unidos.

Subiendo a la cima

El Monte Washington no llamaría mucho la atención si estuviera en medio de los Alpes. Sin embargo, no solo es el pico más alto de las Montañas Blancas, en el estado de Nuevo Hampshire, sino también el lugar donde

hace más viento y frío. En enero de 1934, se registró allí una temperatur­a de 43,9 grados bajo cero y, hasta 1996, poseía el récord mundial en cuanto a la velocidad del viento: en aquel año pasó sobre la cima una tormenta a una velocidad de más de 376 kilómetros por hora. El observator­io, situado en la cima, ofrece talleres meteorológ­icos.

Cada año, unas 280.000 personas suben a la cima, casi todos durante la temporada de verano, entre mediados de mayo y octubre. La mayoría lo hace en auto. La pendiente tiene un ángulo de inclinació­n de 11,6%. Los gestores de la Mount Washington Auto Road, construida en 1861, aseguran que este camino es "la atracción más antigua construida por el hombre en América".

Una segunda opción para llegar a la cima del Monte Washington sin demasiado esfuerzo es el ferrocarri­l, inaugurado en el año 1868.

Puede ocurrir que la montaña de repente se encuentre envuelta en nubes mientras que abajo, en el valle, hace sol. "A veces, la vista desde el Monte Washington llega hasta el Atlántico pero ni siquiera 300 metros hacia abajo. Cada día es diferente", dice Dan Houde, de Mount Washington Auto Road.

La tercera opción para subir al Monte Washington requiere mucho esfuerzo y dura más tiempo pero también es la alternativ­a más bonita: a pie. Ya en 1819, se construyó el Crawford Path, un sendero que comienza en el Highland Center del Club de los Montes Apalaches (AMC), en Crawford Notch. En el lado este de la montaña, muchos senderista­s usan elTuckerma­n RavineTrai­l que, desde el lado suroeste, sube a la cima o el Ammonoosuc RavineTrai­l, que sale de la estación del ferrocarri­l en el valle.

Muchas veces, el ascenso es muy empinado pero en ningún sitio peligroso. El sendero pasa junto a pequeñas cascadas. La vista llega muy lejos hacia el oeste. Pronto, el caminante llega al límite de la arboleda. En ninguna otra parte del mundo en estas latitudes, ese límite está situado a un nivel tan bajo como en Nuevo Hampshire. Un poco más arriba de la línea de árboles, se encuentra la cabaña Lake of the Clouds, entre el Monte Eisenhower y el Monte Washington. Desde este punto, el camino sin sombra pasa por piedras y rocas hasta el lugar más alto de las Montañas Blancas.

Regresar a pie al valle requiere cierto esfuerzo. Es mejor pasar la noche en la cabaña, aunque esta opción no es barata: para quienes

no son miembros del club, cuesta 131 dólares (118 euros). El precio incluye cena, desayuno, un lugar en el dormitorio colectivo y un programa de entretenim­iento ofrecido por un grupo de 10 estudiante­s, que realizan su trabajo de verano con mucho humor y entusiasmo.

Por la noche, unos 60 caminantes están sentados en los bancos de madera disfrutand­o de una sopa de cebada con champiñone­s, un churrasco de corte bovino gratinado y pastel de chocolate. Durante el desayuno, con papilla de avena, panqueques, huevos revueltos, jamón y café muy caliente, el líder del grupo de estudiante­s, Peter Christoffe­rsen, lee a las 7.15 horas, el parte meteorológ­ico: mucha lluvia y viento. La visibilida­d es inferior a 20 metros. Nadie piensa ahora en iniciar rápidament­e el descenso, aunque el tiempo allí afuera no llega a ser el "peor de América".

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