Abandono, superpoblación y adopción
Nadie puede pensarse responsable del abandono o de la superpoblación. Pero la forma en la que nos llega un animal puede hacernos cómplices de esa realidad
El porcentaje de animales comprados que habitan en los hogares porteños no ha variado en los últimos veinte años. Teniendo en cuenta cómo ha crecido la oferta de productos para animales y el marketing en torno de algunas razas, es extraño que la cifra no haya aumentado. No obstante, para la situación general de los animales el resultado es penoso.
Para comprender mejor este planteo es necesario repasar algunos conceptos. Hace miles de años, cuando los perros vivían en estado silvestre, no todos los integrantes de la jauría tenían las mismas funciones: algunos cuidaban al grupo, otros conseguían alimento y sólo unos pocos se reproducían. Así, los animales cuyas funciones no eran reproductivas, no procreaban. En su estado natural, los animales tienen la capacidad de autorregular su población de modo que ésta se encuentre en equilibrio con los recursos disponibles en su hábitat (espacio, abri- go, alimentación), capacidad que los perros y gatos han perdido. Estos animales han sido introducidos y adaptados por el ser humano al seno de la sociedad y una de las consecuencias de esa domesticación es la incapacidad de valerse por sí mismos.
Esta situación es irreversible: no resultaría posible recrear su hábitat natural o reintegrarlos a la vida silvestre, ni tampoco la sociedad estaría dispuesta a excluirlos.
Los perros y los gatos se reproducen siguiendo una progresión geométrica. Así, partiendo de una sola pareja se habrán originado miles de descendientes en pocos años. Si asociamos la progresión geométrica de la reproducción con la pérdida de la capacidad de autorregular su población, entenderemos cuáles son las condiciones que han originado la actual superpoblación de perros y gatos. Para definir superpoblación es innecesario establecer cuál sería el número ideal de animales en relación con la cantidad de humanos. Resulta suficientemente definida a través de su consecuencia más visible: hay más animales que hogares que puedan albergarlos.
Por este motivo los proteccionistas promueven la adopción de animales y, fundamentalmente, luchan para evitar la superpoblación a través de métodos éticos y eficaces. Y lo eficaz para lograr el equilibrio poblacional es un servicio público de esterilización o castración quirúrgica de perros y gatos en forma masiva, gratuita, sistemática e inclusiva.
Quien compra un animal tiene escasa o nula conciencia de que está fomentando la superpoblación de animales. No sólo porque esa actividad es en esencia un negocio -que se basa en la explotación-, sino porque al promover la reproducción se le está quitando la posibilidad de encontrar un hogar a un perro o a un gato que ya nació. A un “mestizo”, tan bonito, inteligente y afectuoso como el de “raza”, que está esperando a una familia que lo incorpore porque ama a los animales, en lugar de hacerlo por inconfesables motivos de moda y estatus.