¿Cómo hablar?
Justamente en la era de las hipercomunicaciones, el gran desafío es poder hablar con nuestros hijos. Cuáles son los mejores modelos para conseguirlo:
No sirven El gritón: "cuanto más grito, más probabilidades tengo de imponerme". El indiferente: "voy a ignorarte hasta que te sientas tan culpable y desdichado que termines por darme la razón". El manipulador: "voy a dar vueltas los hechos y a utilizar tus debilidades para sacar ventaja". El desentendido: "si no te importo, no me importás". El llorón: "seguiré derramando lágrimas hasta que te des por vencido". El acusador: "si te sigo diciendo que sos el único culpable lo vas a entender". El quejoso: "no te importa nada de mí". El mandamás: "yo tengo la personalidad más fuerte y quien dicta las reglas".
Sí sirven El atento: presta atención a lo que dicen sus hijos, explicar usando sus propias palabras y no la jerga de los chicos, comprende la situación y los sentimientos. "No te voy a interrumpir cuando estés hablando y pensaré bien en lo que dijiste antes de responderte". El responsable: reconoce que un problema tiene dos caras y asumo responsabilidad por sus palabras, actos y sentimientos. "Yo acepto mi responsabilidad en lugar de culparte y ponerte a la defensiva". El explorador: conoce el problema, pero quiero comprender la versión del hijo. "Te pido que me expliques porque estoy confundido o no estoy de acuerdo". El apaciguador: pese al peor de los enojos, se comporta de una manera respetuosa. "Voy a hablar tranquilamente y a escuchar la posición del otro". El colaborador: reconoce que el acuerdo mutuo es la clave para resolver un conflicto, se concentra en unir nuestras fuerzas para encontrar la mejor manera de poner fin al forcejeo. "Te pido que negociemos y sugiero estas soluciones para que podamos llegar a buen arreglo".
cear casa y trabajo.
La terapeuta familiar Rache Hare Mustin sostiene: “Muéstrenme una mujer que no se sienta culpable y les mostraré un varón”. Según Seitún, las mujeres deben aprender a dar el espacio a los hombres sin criticarlos ni superponerse, entendiendo que el otro no hará las cosas a su manera. La responsabilidad de ser un buen padre es de él y no de ella.
Los papás y las mamás tienen distintas tolerancias no solo para emociones sino también para conductas y, precisamente, que ambos sean distintos permite al niño desarrollar por completo su personalidad
y expresarse de infinitas maneras.
Lo que hay que evitar lo que llama “triángulos en acción”: si un padre se enoja con el chico, el otro no debe aliarse en su contra. El hijo sentirá alivio de saber que no se quedará solo si se pelea con un adulto.
Los padres deben "permanecer vivos, sanos, de buen humor, con capacidad de dar y recibir amor y con ganas de estar con los hijos. Para ello, hay que tener mínimamente satisfechas las necesidades personales y matrimoniales. Primero hay que ponerse a uno mismo, luego la pareja y después los hijos".