CAMBIA, todo cambia
Vivir sabiendo que todo tiene final no ha de ser angustiante, por el contrario. La monja budista Pema Chödrön define a la impermanencia como "un principio de armonía" que tiene que ver con el esquema natural de las cosas, un principio que podemos reconocer, respetar y celebrar. Dice Chödrön: "La gente no siente respeto por la impermanencia. No nos deleitamos en ella, de hecho nos desespera. Nos parece dolorosa. Tratamos de resistirnos a ella haciendo cosas duraderas –eternas, decimos– cosas que no haya que
lavar ni planchar. De algún modo, en el proceso de negar que las cosas cambian constantemente perdemos el sentido de la sacralidad de la vida. Tendemos a olvidar que somos parte del esquema natural de las cosas".
Cuando internalizamos que lo único permanente es el cambio, cesamos de aferrarnos a situaciones, cosas y personas. Hacemos tanto esfuerzo para obtener algo que luego tendremos que soltar… ¿Es necesario? Pues sí. El aprendizaje del desapego es doloroso porque estamos condicionados a aferrarnos a lo que nos brinda algún tipo de satisfacción: personas, sexo, comida, etc. Una vez que le encontramos el gusto a un sitio, a una situación o a una relación, buscamos congelar el tiempo para perpetuar la gratificación, sin percibir que lo que nos da placer puede llegar a convertirse en nuestra fuente de dolor más grande.
Una pareja que nos brinda la sensación de estar en las nubes, el trabajo de los sueños, el amor que idealizamos, la casa deseada, pueden llegar a transformarse en oscuridad por una situación no prevista, como una enfermedad, un despido, una deslealtad, un incendio… No se trata de una visión pesimista, estar aquí y ahora nos permite el goce en el momento presente sin fijar la vista en lo que sigue. Porque lo que sigue es incierto y es de gran sabiduría aceptar que el agua jamás vuelve a ser la misma al pasar por su cauce.
Dice Pema Chödrön: "La impermanencia es la bondad de la realidad.Todo evoluciona constantemente, como las cuatro estaciones que están en continuo flujo: del invierno, pasamos a la primavera, al verano y después al otoño; como el día que se convierte en noche, la luz que se convierte en oscuridad y pasa a ser nuevamente luz. La impermanencia es la esencia de todo: los bebés se convierten en niños, después en adolescentes, más tarde en adultos y por fin en ancianos, para acabar cayendo muertos en algún lugar del camino. La impermanencia es encontrarse y partir, es enamorarse y desenamorarse. La impermanencia es dulce y amarga, como comprarse una camisa nueva y años después verla formar parte de una colcha hecha de remiendos"…
Sólo tenemos una certeza: vamos a morir. ¿Qué tal si nos ponemos a vivir? El viaje del alma conlleva aprehender que habrá estaciones con vivencias felices y otras no tanto. Que así como las nubes pasan por el cielo y van diluyéndose, cambiando de forma y de color, lo mismo acontecerá con los hechos de nuestra vida. Nada se repite; todo cambia y nosotros también.