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Caminitos

A un suizo y sus socios se les ocurrió armar una red de caminos en un región solitaria del sur de Portugal que hoy es uno de los destinos predilecto­s de los senderista­s de muchos países

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Caminando por un paisaje de suaves colinas o acantilado­s escarpados, gracias a la Rota Vicentina, los senderista­s descubren las provincias de Alentejo y Algarve, en la solitaria región surocciden­tal de Portugal.

Esta especie de red de caminos, de en total unos 350 kilómetros, detrás de la costa atlántica, pasa de pastizales a campos de avena, praderas de flores de chillones multicolor­es a bosques llenos de alcornoque­s, el árbol del cual se obtiene el corcho. Casi despoblado, el paisaje sorprende solo de vez en cuando aparece un pueblo, dominado por un vetusto molino de viento.

En la diminuta aldea de Vale das Éguas, los caminantes pueden toparse con Rudolfo Müller, un suizo de 55 años, hijo de campesinos, que en la década de los '80 llegó al lugar junto con algunos portuguese­s que tenían las mismas inquietude­s y fueron madurando, a partir de 2008, la idea de crear una red de senderos en la región.

Müller y sus compañeros lograron convencer de su proyecto a los políticos locales, los expertos en turismo y a los caciques de una región que abarca tres distritos, cinco comarcas y 15 municipios de las provincias de Alentejo y Algarve y lograron que la Rota Vicentica fuera primero una realidad, luego un destino de los senderista­s del mundo. Los caminos fueron inaugurado­s en 2012: el Caminho Histórico, de 213 kilómetros, está dividido en 12 etapas de un día cada una. El Sendero de los Pescadores, de más de 100 kilómetros, sigue la costa atlántica de Porto Covo hasta Cabo São Vicente. Los trayectos están conectados con otras cinco rutas de senderismo.

Desde Francia, Reino Unido, Alemania, Holanda e incluso desde Estados Unidos y Nueva Zelanda, llegan turistas para recorrer los 213 kilómetros del Caminho Histórico, que pasa por pueblos antiquísim­os situados entre Santiago do Cacém, en el norte, y el faro de Cabo São Vicente, que dio el nombre a la red de senderos.

El Caminho Histórico está dividido en

12 etapas de un día, cada una de entre 12 y 25 kilómetros. Algunos senderista­s cubren todo el trayecto con sus mochilas en la espalda. Otros aprovechan el transporte de equipaje que ofrecen los gestores de la ruta y actualment­e también los operadores turísticos.

Algunos recorren la ruta a toda velocidad y, según Müller, pierden la oportunida­d de experiment­ar el lento transcurri­r de la vida en el Alentejo, donde los hombres toman tranquilam­ente por la mañana el café en el bar, las mujeres en los blanquísim­os pueblos charlan paradas en la ventana abierta y las cigüeñas dan vueltas en el cielo azul ostos curo. Solo el ruido de un ciclomotor en la distancia rompe, por algunos momentos, el silencio que envuelve el paisaje campesino lleno de colinas.

En el litoral, hay cinco senderos cor- señalizado­s que forman parte de la red de caminos de la Rota Vicentina. Tienen una extensión de entre 3,5 y poco más de 14 kilómetros. Entre Carrapatei­ra y Vila do Bispo, la ruta pasa por el centro del pequeño pueblo de Pedralva, donde 24 casitas fueron habilitada­s como pensiones. Como no hay complejos hoteleros, se recomienda a los visitantes reservar por adelantado un lugar en los pequeños alojamient­os para dormir. Los más típicos son antiguas granjas convertida­s en casas rurales.

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