Secretos de los antioxidantes
Los antioxidantes son uno de los recursos más poderosos para prevenir enfermedades, desacelerar el desgaste natural del organismo y agregar vida a los años. Probablemente, esta asignatura de la medicina biológica sea el legado más importante de la nutrición ortomolecular para servir a la humanidad en este tiempo de crisis y oportunidad.
En las últimas décadas, los antioxidantes han sido uno de los frentes de investigación más activos y prometedores en el campo de la medicina. Se ha encontrado que estas moléculas son capaces de prevenir y tratar -en el marco de una estrategia global que abarque otros aspectos del estilo de vida tales como alimentación, actividad física o control del estrés- una cantidad importante de enfermedades como el cáncer, las afecciones circulatorias, las cataratas, etc.
Su acción reside en que impiden la proliferación excesiva de radicales libres, sustancias que surgen en el proceso oxidativo mediante el cual el organismo ge- nera energía a partir de los alimentos o de otras fuentes externas como el oxígeno singlete, el tabaco, la contaminación ambiental, algunos medicamentos, la práctica deportiva de alto rendimiento, el estrés, la radioterapia, etc. El daño que generan es la consecuencia de tener un electrón desapareado, lo cual los vuelve extremadamente reactivos debido a que buscan lo que no tienen en otra molécula para completar su estructura. De esta forma, generan una reacción en cadena que debe prevenirse en la medida de lo posible pues, de lo contrario, producen disturbios orgánicos que pueden ser de tal magnitud que determinen directamente la aparición de una enfermedad degenerativa.
Por supuesto, como cualquier otra sustancia orgánica, los radicales libres también son un importante agente coadyuvante para el normal funcionamiento del sistema inmunológico que, muchas veces, se vale de ellos para neutralizar a algún invasor potencialmente patológico mediante mecanismos similares a los que pueden dañar nuestro organismo. No es una cuestión de todo o nada, sino de equilibrio.
Los antioxidantes actúan eficazmente contra los radicales libres cediendo el electrón que les falta para, así, neutralizarlos. De no intervenir los antioxidantes, los lípidos, las proteínas y el ADN serán las principales víctimas de estos agentes.
¿Dónde están?
La primera barrera de protección contra la oxidación la constituyen las enzimas, de las cuales las principales son la glutation peroxidasa y la superóxido disminutasa (SOD), para cuya formación es vital un buen suministro de oligoelementos como cobre, zinc, manganeso y selenio. Cuando los radicales libres escapan
a la protección enzimática, entran en juego las vitaminas A,C y E. Otro protagonista un poco menos conocido pero tan esencial como los anteriores es la coenzima Q10. En este momento y en cada uno de la vida, el organismo está sometido al ataque de los radicales libres. Para ganarles la batalla, hay que ponerse en guardia ya mismo y no bajarla nunca más. ¿Cuánto tiempo vas a tener que cuidar el suministro de antioxidantes? Toda la vida. Efectivamente, si ponés manos a la obra ahora mismo, notarás los beneficios muy pronto y, a medida que pasen los años y mires a tu alrededor, verás que estos han pasado lentamente para ti y seguramente vas a tener una menor incidencia de enfermedades y una mayor capacidad para gozar la vida. Está claro que no se trata de una panacea absoluta, pero sin dudas estamos frente a uno de los recursos más importantes para mantener la juventud y la vitalidad por más tiempo. La edad cronológica no se puede cambiar, pero la biológica no tiene por qué coincidir con ella y tenemos estrategias para que la mente y el cuerpo le resten años a la edad cronológica. Los antioxidantes más conocidos y utilizados son el betacaroteno o provitamina A, las vitaminas A (aunque soy partidario de recurrir con preferencia al betacaroteno) Cy E, el selenio, la coenzima Q10 o el súper óxido dismutasa (SOD). El betacaroteno, que actúa como antioxidante por sí mismo y, a su vez, tiene la capacidad de ser convertido por nuestro organismo en vitamina A en la medida que lo necesita, tiene la particularidad de defender los tejidos de la vista y la piel del ataque de los radicales libres, así como favorecer el estímulo de la inmunidad natural y proteger contra algunos tipos de cáncer. Aunque los complementos nutricionales de betacaroteno pueden ser una buena opción en casos de gran necesidad y con fines terapéuticos, las mejores fuentes son los alimentos como zanahoria, calabaza, remolacha, mango, papaya, espinaca o acelga.
La vitamina C nunca va a perder vigencia y, como en todos los casos, las mejores fuentes son de los alimentos frescos de origen vegetal como naranja, pimiento, frutilla, col, brócoli, kiwi o tomate, que nos ayudarán a cubrir la dosis diaria recomendada (DDR o RDA). Sin embargo, en ocasiones, es necesario reforzar la dosis y en otras es necesario recurrir a los complementos que aportan lo que no puede alcanzarse solamente a través de los alimentos.
La vitamina E, llamada también tocoferol, es un antioxidante muy potente, en especial para las moléculas de ácidos grasos que componen los tejidos, además, protege los glóbulos rojos, previene anemias y es un aliado de la salud del corazón. Las mejores fuentes son el aceite de germen de trigo y otros aceites vegetales de primera prensada en frio, semillas como el girasol, nueces, almendras o maníes, brócoli, espárragos, tomate o espinaca. Si vamos a consumir complementos con indicación de un profesional de la salud, tengamos en cuenta que la vitamina E de origen natural (RRRalfa-tocoferol) es claramente más biodisponible que la sintética (all-rac-alfa-tocoferil acetato) y debemos observar este detalle al elegirlas.
La superóxido disminutasa (SOD) es
una enzima presente en las membranas celulares internas y externas y que actúa como un poderoso protector frente al estrés oxidativo, ayuda a prevenir la arteriosclerosis y los problemas derivados de la edad, tiene acción antiinflamatoria llevando alivio en la artritis, estimula las defensas y reduce la formación de ácido láctico. Las mejores fuentes se encuentran en la cebada, el brócoli o la col. La potencia de los complementos se miden en UI o NBT y suele recomendarse 500 NBT diarios. Las personas sensibles, alérgicas o intolerantes al gluten deben verificar que su consumo sea apto para ellas puesto que suelen elaborarse con una base de extracto de trigo.
La Coenzima Q10, también conocida como ubiquinona, estimula a las mitocondrias a optimizar sus procesos de generación de energía combustionando mejor el oxígeno transportado por la sangre y producir el ATP (adenosina trifosfato) o molécula de la vida, según el eminente cardiólogo Demetrio Sodi Pallarés, lo que brinda a las células el 95% de la energía que necesita el organismo. También el corazón se ve afectado en su funcionamiento si padecemos carencia, ya sea porque le brinda el combustible a las células cardíacas o porque impide que el colesterol se oxide y tape las arterias por su efecto antiradicales libres. Los alimentos ricos en CQ10 son espinaca, pescado azul, aceites de sésamo, soja y germen de trigo, la carne de vaca, los maníes o algunos mariscos. Como complemento, no tiene efectos tóxicos y con supervisión profesional pueden tomarse dosis muy elevadas, las cuales son incluso muy habituales en los hospitales de Japón, Israel, Italia, Estados Unidos o Canadá para los pacientes cardíacos.