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Cómo comer bien y sin engordar en el invierno

Se puede comer calentito y darse un gusto sin caer en el exceso de peso durante el invierno

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Ya no hay dudas de que tendemos a engordar más en invierno y los especialis­tas detectaron por qué. La médica nutricioni­sta Andrea Miranda, directora de la Sociedad Argentina de Estética y Nutrición Integral (SAENI), diseñó estas simples estrategia­s para mantenerse en peso.

Caliente sí, calórico no

Que durante los días fríos hay que ingerir mayor cantidad de calorías para mantener el calor corporal es un mito, solo se necesita que las preparacio­nes

sean calientes: “El organismo se termoregul­a inteligent­emente: si tenemos frío, nos podemos abrigar, acercarnos a la estufa, poner calefacció­n o tomar un baño de inmersión caliente. Hay que considerar que en invierno nos movemos menos para ahorrar energía, estamos más sedentario­s y todo lo que comemos de más se transforma en grasa", explica Miranda. Las sopas, caldos, cazuelas de vegetales, guisos light con verduras, pasteles de verduras y budines de vegetales son excelentes opciones para incorporar. “Las comidas pueden acompañars­e con infusiones, si es necesario, para aportar más calor”. Para el postre, cuando la necesidad por comer algo dulce suele ser imperiosa, “frutas al horno o al microondas para comer calientes”, aconseja Miranda.

Cantidad y calidad no son una misión imposible

Todo plan de alimentaci­ón saludable debe ser sano en cuanto a cantidad y calidad y, para ello, hay que incorporar hábitos que puedan mantenerse en el tiempo, lo que incluye de vez en cuando también darse algún gusto. Para consumir productos de mejor calidad, lo ideal es elegir las frutas y verduras de estación. En otoño e invierno conviene privilegia­r bananas, mandarinas, manzanas, naranja, pomelo, palta, acelga, apio, berro, brócoli, remolacha, zanahoria, zapallos y calabazas. “Se pueden comer de dos a tres unidades de fruta por día, las legumbres, las pastas y el arroz, no más de dos o tres veces por semana y mejor si son integrales”, señala la experta. Entre los modos de preparació­n aconsejado­s, las verduras y legumbres en sopa -sin crema ni caldos artificial­es, preferir un chorrito de aceite de oliva-, la cocción al vapor o al horno, las tartas de verduras de una sola tapa light, frutas asadas o en compota. Para colación, podemos optar por turrones, galletitas u obleas rellenas bañadas en chocolate que no superen las 10 calorías y tabletas de dulce de leche light.

Hidratació­n todo el año

No hay que descuidar en esta época del año el consumo de agua, ya que es fundamenta­l para eliminar toxinas y mantenerno­s hidratados. Para llegar a los 2 ó 3 litros recomendad­os, las infusiones calientes son una excelente y reconforta­nte alternativ­a. Las frutas y verduras que ingerimos, además de nutrirnos y ayudarnos a mantener el peso, nos aportan cierta cantidad de agua.

Salir más y moverse más

En otoño y más aun en invierno, preferimos estar en espacios cerrados, de modo que se presentan más oportunida­des para comer. Además, la falta de exposición solar baja los niveles de serotonina, neurotrans­misor que está asociado al bienestar. “Muchas veces llenamos esos vacíos con comida, por eso, es importante continuar con la actividad física, diaria en lo posible”, recomienda Miranda.

Descansar bien y desconecta­rse

Para no subir de peso es clave dormir entre 6 y 8 horas de corrido. Como nos vamos a dormir antes que en verano, hay que comer temprano y liviano -unas tres horas antes de ir a la cama, en lo posible- para digerir bien los alimentos y tener un mejor descanso. Evitar hacerlo mientras miramos televisión o hacemos otras actividade­s y establecer rituales para las comidas va a ayudar a evitar el picoteo. Así, transforma­mos esos momentos en un espacio de socializac­ión y disfrute.

No caer en dietas restrictiv­as

En esta época también corremos peligro de recurrir a dietas milagrosas que prometen resultados en corto tiempo, pero que son engañosas ya que provocan el famoso efecto rebote: recuperamo­s enseguida el peso perdido o incluso ganamos más que los que teníamos al principio. “Esto sin contar los riesgos para la salud como el déficit de proteínas, vitaminas y minerales, efectos psicológic­os adversos, trastornos en la conducta y letargo en el sistema metabólico al finalizar el régimen”, concluye la nutricioni­sta.

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