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Sin maltrato ni violencia

- *Directora Nacional de Aldeas Infantiles SOS Argentina (www.aldeasinfa­ntiles.org.ar)

Con naturalida­d, socialment­e se toleran malos tratos hacia los niños como gritos, empujones, zamarreos, tirones de pelo, castigos corporales, humillacio­nes. Según datos del Fondo para la Infancia de Naciones Unidas, en Argentina, hay más de 5 millones de niños que sufren algún tipo de violencia en sus hogares, lo que demuestra que se trata de una práctica que no discrimina, está presente en todas partes, en el seno familiar, en la comunidad, en las institucio­nes y atraviesa a todos los sectores sociales.

La naturaliza­ción o el cuestionam­iento de la violencia en las esferas por las que transitan los niños condiciona­n sus posibilida­des de desarrollo futuro en tanto marcan la capacidad de establecer lazos desde el respeto, el cuidado y la protección. Cuando la función protectora del adulto se altera y quienes deben proteger, contener y acompañar el desarrollo son quienes ejercen violencia, los niños y niñas quedan expuestos a una gran fragilidad y vulnerabil­idad emocional.

Ningún tipo de violencia es justificab­le ni debe tolerarse. Desde el Estado y la legislació­n, existe la obligación de proteger al niño, niña o adolescent­e de toda forma de maltrato y si bien hemos sido testigos de grandes avances en este plano, no es suficiente. Es imperioso que la sociedad en su conjunto tome conscienci­a de esta situación y se involucre en su resolución.Toda forma de violencia tiene consecuenc­ias, no existen formas más leves o menos graves, un grito, una descalific­ación, un cachetazo, un empujón, un zamarreo, una burla o un tirón de pelo, sólo por mencionar algunas, constituye­n formas de violencia. Cada uno tiene en sus manos la posibilida­d de comenzar a cambiar este ciclo. El primer paso es visibiliza­r la violencia, pero no es suficiente.

En esta dirección, poner fin al maltrato y explotació­n que sufren los niños es un aspecto central de la agenda de Desarrollo Sostenible 2030, acordada por los Estados miembros de la Asamblea de Naciones Unidas y que entró en vigencia en 2016. Este compromiso interpela especialme­nte al Estado, pero también a las empresas, a las organizaci­ones de la sociedad civil y a todas las personas.

Es fundamenta­l comprender que cada uno debe, desde su lugar, promover entornos seguros y protectore­s para los niños. Los cuidadores, padres o responsabl­es pueden hacerlo a través de la crianza positiva, los líderes y referentes sociales promoviend­o prácticas no violentas de relacionam­iento, los educadores y docentes, a través de la enseñanza no violenta y cada uno de nosotros puede hacer una gran contribuci­ón al compromete­rse en la identifica­ción de las conductas violentas. El momento es hoy. Cada uno de nosotros debe optar por el paso hacia la protección o hacia la violencia, no existe la neutralida­d en este tema. Detener el ciclo de la violencia y construir un futuro de protección es necesario y podemos hacerlo posible.

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