Embarazo y visión
La gestación puede desencadenar diversos cambios fisiológicos en órganos y sistemas, entre ellos el ojo. Es capaz de disminuir la sensibilidad y grosor corneal, aumentar su curvatura, generar intolerancia a las lentes de contacto, disminuir los valores de presión intraocular, especialmente en los últimos meses, y (a veces) inducir cambios refractivos. Casi todas estas modificaciones desaparecen paulatinamente durante el post-parto. En primer lugar hay que pensar que la medicación para los ojos también llega al bebé en gestación, especialmente en los primeros cinco meses de vida intrauterina, de allí que hay que tener especial cuidado con los antibióticos que contienen los colirios. La droga más reconocida como inocua para la madre y el niño es la eritromicina. Otras, como la tobramicina, no son recomendables para su uso tópico, aunque la dosis que pueda llegar al bebé sea muy pequeña. Lo mismo es válido para la lactancia, hay que prestar atención a las gotas que se utilizan porque parte de ellas pasan a la leche materna. Tampoco es bueno el uso de gotas blanqueadoras porque contienen vasoconstrictores que alteran la nutrición del feto. En segundo lugar, si la mujer embarazada está usando gotas para la presión ocular, hay que consultar con su obstetra, debido a que algunas pueden tener efectos sobre el neonato. La presión ocular disminuye durante el embarazo, especialmente en el segundo trimestre por razones que desconocemos (aunque existe un porcentaje, 10% para ser más exactos, en las que la presión aumenta). Como no existe garantía de un 100% de protección para el feto, algunos médicos proponen suspender el tratamiento en el primer trimestre y controlar más cerca a la paciente para evaluar su evolución.