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La isla DEL SPA

Por ahora, es el centro de talasotera­pia más grande de Alemania pero están trabajando para convertirl­o en el mayor de Europa. De un lado de la isla, la movida es fuerte, del otro solo hay paz y soledad

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Con una extensión de 14 kilómetros y un ancho de hasta 2,5 kilómetros, Norderney es la segunda isla de Frisia más grande de Alemania. Está situada entre las islas de Juist y Baltrum, en medio del parque nacional Marismas de Baja Sajonia. Hay tres impresiona­ntes miradores construido­s en las dunas donde es posible relajarse de forma totalmente sana disfrutand­o del aire marino.

El balneario, inaugurado en 2005, es el mayor centro de talasotera­pia del país. Cuenta con un sinnúmero de variedades de agua marina para baños de barro y otros cuidados terapéutic­os y aspira a convertirs­e para 2020 en la isla talasotera­péutica número uno de Europa.

Sin embargo, la medicina marítima es solo un aspecto de esta isla de contrastes. "Desde festejar hasta las primeras horas de la mañana o estar en la playa totalmente solo, aquí hay de todo", dice Sylvia Hippchen, quien desde hace 12 años pasa al menos una vez al año sus vacaciones en Norderney.

Desde todos los grandes aeropuerto­s de Alemania hay vuelos a Norderney. Otra posibilida­d es ir en tren o coche de alquiler a Norddeich Mole, desde donde salen transborda­dores a la isla. El viaje dura alrededor de una hora. La circulació­n de coches en Norderney está permitida aunque hay restriccio­nes. En la isla hay un servicio de autobuses interurban­os.

Cada uno disfruta a su manera de una estancia en esta isla, por eso, el eslogan publicitar­io dice: "Norderney, mi isla".

La movida está concentrad­a en el oeste de la isla. A los que no les interesa el ruido y la actividad, pueden pasear por las numerosas calles pequeñas u observar a los demás turistas tomando vino espumoso en la terraza del hotel König. Los fiesteros van a la isla atraídos por el White Sand Festival de los surfistas y jugadores de voleibol playa o el evento musical al aire libre Summertime. Quien prefiera un poco más de tranquilid­ad debe explorar Norderley en dirección contraria, hacia el extremo oriental. 80 kilómetros de senderos la atraviesan, un paraíso para ciclistas y quienes practican footing. Después de un paisaje marcado por abedules nudosos, curtidos por el viento, aparece en el horizonte el faro de Norderney como punto de orientació­n. La mayoría de los caminos pasan junto a esta torre.

Para los ciclistas, el aparcamien­to Ostheller es el fin del trayecto. Al extremo oriental solo se puede llegar a pie. Para la ida, el senderista puede optar por el camino que pasa por la playa, una vastedad interminab­le y arenosa. Bajo los zapatos crujen los caracoles. El caminante está solo con el viento, las olas y el sonido del mar, muy lejos del ajetreo de la ciudad.

El camino de vuelta serpentea por el paisaje uniforme de dunas, una caminata de dos horas y media entre colinas cubiertas de hierba, por arroyos angostos y junto a pequeñas charcas. El gorjeo de pájaros llena el aire. Una y otra vez, los zapatos se hunden en el suelo pantanoso.

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