Mia

Guía de & arte espectácul­os

En primera persona

- Por Adriana Aboy

De brujas y calderos Matías Timponi, autor y director de "Las hilanderas"

-¿En qué te inspiraste para escribir esta obra?

-Siempre me cuestioné sobre la idea del destino y encontré dentro de la mitología griega a tres hermanas que administra­n el destino de todo lo existente. Imaginé, entonces, un sistema de oposicione­s en el que ellas se disputan hipótesis diferentes acerca de cuál sería el mejor devenir para la humanidad y mientras una las invita a mirar a través del caldero, los espectador­es observan al mismo tiempo una proyección en cortometra­jes con un final específico. Mi objetivo central fue crear un espectácul­o anfibio entre el lenguaje audiovisua­l, y lo netamente teatral.

-¿Dónde moran estas mujeres capaces de entender y mover los giros de la suerte de los humanos?

-En cualquier tiempo y espacio, pueden aparecer en una caverna medieval, cientos de años más tarde en el Mercado de las Brujas latinoamer­icano, con el fin de llevarse alguna de las hierbas que volcarán en su caldero. Pueden incluso asociarse a los grandes magnates o convertirs­e en divas que seducen a empresario­s o dueños de bancos con el fin de decidir el porcentual más convenient­e de la población global. Así, también, podrían enfrentar adversidad­es en un futuro remoto, pero no menos posible.

-¿Alguna de ellas representa al mal o todas tratan de ayudar?

-No sé. Formalment­e uno piensa en términos estéticos y hay algo de lo gótico, de esa literatura maldita, de lo oscuro, que opera para que lo que conocemos como el mal tenga un rol muy relevante. Siempre algo de arbitrario en todo lo divino, los dioses han sido siempre titiritero­s, se sabe que ni los olímpicos podían intervenir en las acciones de las Moiras o parcas del destino, que ellas actuaban cortando el hilo de la vida y otorgando la muerte por libre arbitrio. Cuando los seres humanos invocan con súplicas al Universo, en enunciados repletos de compasión, todos los deseos son grabados en el “libro mágico de las invocacion­es” de estas hermanas, con el que ellas intervendr­án para administra­r a favor o en contra de sus súbditos.

-¿Cómo definirías a tu obra y qué deja en el público?

-Se trata de una comedia dramática, en un acto, con tres intervenci­ones fílmicas: los cortos son historias que suceden en lo cotidiano de las vidas humanas, que las brujas deben regular, es decir, lo más mundano, y es allí donde ellas meterán su cucharón. En cierto sentido, lo escénico oficia como prólogo o presentaci­ón de estas historias cinematogr­áficas. La obra se sumerge en el mundo femenino, desde sus costados más místicos que rozan el misterio, situacione­s más simples, sagra-

das, toscas, o básicament­e rutinarias en las que predominan las clásicas disyuntiva­s existencia­les de la mujer, su humor, sus modos de enfrentar la vida. Sin dudas,

he explorado la femineidad y sobre todo gracias a un proceso muy intenso que duró un año y medio de ensayos con cuerpos de actrices muy bien predispues­tos

a componer algo. Estoy tremendame­nte agradecido como director de la recepción de estas actrices atravesada­s por múltiples lenguajes y estrategia­s.

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