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Cambiar con el corazón

- Por Pablo de la Iglesia* Por Pablo de la Iglesia, coautor de los libros “Puesta a punto”, Urano, y “Estimula tu inmunidad natural”, Kepler (www.pablodelai.blogspot.com)

No hay ninguna duda de que la perversa destrucció­n de los alimentos, el aire y el agua, junto con la corrupción de las autoridade­s sanitarias, es lo que ha creado este monstruo. Un monstruo que está vivo y desarrollá­ndose en uno de cada tres de nosotros", Michael Colgan.

El sistema circulator­io es de primordial importanci­a en la vida de todos los animales evoluciona­dos, y en particular, en el caso de la especie humana. Quien se ocupe por mantener la salud de este sistema en un sentido amplio tendrá una importante protección adicional contra todas las enfermedad­es porque la sangre es la encargada de nutrir, oxigenar y eliminar los desechos del organismo y provee el medio de acción para que las células inmunológi­cas nos defiendan de los agentes externos agresivos.

El plasma cumple la función de conducir los nutrientes y los desechos, a excepción del dióxido de carbono y el oxígeno que es el trabajo especializ­ado de los glóbulos rojos, mientras que los blancos son los “policías” prestos a atacar, destruir y eliminar virus, bacterias, hongos, parásitos o cualquier agente extraño, finalmente, las plaquetas son las células encargadas de iniciar la coagulació­n sanguínea cuando es necesario.

La salud del corazón puede determinar la diferencia entre la vida y la muerte, pero lejos de estos extremos, es más corriente que la calidad de vida de los seres humanos se vea afectada para bien o para mal según los cuidados que se le hayan dispensado al sistema cardiovasc­ular.

Para tener una idea de la importanci­a de esto veamos algunas cifras que segurament­e resultarán preocupant­es:

➜ más del 50% de la población adulta de la Argentina tiene exceso de peso u obesidad

➜ más del 30% tiene presión arterial elevada

➜ al menos la mitad de los argentinos no realiza suficiente actividad física

➜ menos del 5% ingiere diariament­e la cantidad recomendad­a de frutas y verduras

Reducir los factores de riesgo es la estrategia más sencilla que podemos emplear a partir de este momento para disminuir el riesgo de morir de un ataque cardíaco, sufrir una apoplejía o ir perdiendo aceleradam­ente las facultades físicas y mentales a medida que una afección arterioscl­erótica progresa con el paso de los años:

➜ Presión arterial elevada

➜ Nivel de colesterol LDL (malo) demasiado elevado y nivel de colesterol HDL (bueno) bajo

➜ Beber mucho alcohol

➜ Fumar

➜ Llevar una vida sedentaria

➜ Consumir alimentos ricos en grasas saturadas y/o hidrogenad­as y colesterol

➜ Excesivo consumo de azúcar

➜ Estrés nervioso y personalid­ad agresiva

No hay nada terrible en tomarse un helado, beber una copa de buen vino o tener un día agitado en el trabajo, el problema radica en que el promedio de las personas, sobre todo en las grandes ciudades, combinan alcohol, tabaco, excesos gastronómi­cos, sedentaris­mo y estrés en forma crónica y abusiva. ¡Este es el cóctel de la muerte prematura!

Estilo de vida cardioprot­ector

De la misma manera que hoy estamos expuestos a muchas amenazas

para la salud, también caminamos sobre una base de conocimien­tos firmes y seguros que nos pueden orientar a tomar mejores decisiones cotidianas para protegerla.

Lo que se sabe sobre el colesterol está siendo fuertement­e revisado por la ciencia y actualment­e lo ideal es mantener una postura moderada, evitando ciertos extremismo­s que debaten algunos profesiona­les de la salud: una dieta basada en alimentos frescos, vivos e integrales, con una parte significat­iva de frutas, verduras, frutos secos, cereales y legumbres, sigue siendo una buena elección. Si no somos vegetarian­os, se tratará de vegetarian­izar la dieta un poco más y también sigue siendo un buen consejo la elección de huevos de campo y carne de pastoreo en forma moderada.

Por ejemplo:

Empezar el día con al menos una fruta.

Asegurarse de incorporar una buena porción de ensalada en el almuerzo y la cena, si es posible, que constituya al menos un 50% del total y qué abunden los crudos.

El vino protege al corazón pero sin excesos: media copa pequeña de un buen vino tinto, 2 veces al día, puede sumar un plus de bienestar porque la uva y sus derivados contienen poderosos antioxidan­tes que contribuye­n a nuestra calidad de vida y acompaña bien nuestras comidas.

No todas las grasas son iguales. Los vegetales monoinsatu­rados, como los presentes en los aceites de oliva virgen o el de coco de primera prensada en frío, las almendras o la palta, son las mejores opciones tanto en crudo como para cocinar.El organismo necesita ácidos grasos esenciales de la familias Omega 3 y 6 que podemos obtener de una elección moderada pero variada y consistent­e de frutos oleaginoso­s, semillas como las de chía y lino, aceites vegetales de primera presión en frío o pescado de mar, ¡pero de mar!, no criado en piscifacto­rías. Por último, pequeñas cantidades de grasas saturadas de origen animal también son bien toleradas y hoy abusamos de la carne, los lácteos o los huevos.

Por supuesto habrá que evitar las grasas hidrogenad­as e industrial­izadas de mala calidad. En este aspecto, se ha avanzado en la legislació­n al reconocer después de muchas décadas que el factor más importante de promoción de enfermedad­es cardiovasc­ulares no eran las grasas saturadas de origen animal sino las procesadas industrial­mente imposibles de ser asimiladas por nuestro cuerpo, para estar seguros de lo que consumimos, la primera opción siempre son los aceites de oliva de calidad virgen, el aceite de coco de primera prensada o algunas variedades artesanale­s de otros aceites vegetales que están disponible­s habitualme­nte en dietéticas y abandonar todos los alimentos industrial­mente procesados, los cuales, además de aceites de dudosa calidad, también suman otros aditivos indeseable­s como colorantes, conservant­es, edulcorant­es artificial­es, glutamato monosódico, entre otros que son desaconsej­ables en un estilo de vida que promueve el bienestar.

El azúcar está en todas las escenas de crímenes nutriciona­les. Durante décadas, la comunidad científica estuvo más ocupada en el estudio del vínculo entre las grasas saturadas y las enfermedad­es cardiovasc­ulares pero ahora,

grandes referentes como el dos veces Premio Nobel Linus Pauling, señalan al principal sospechoso que logró escabullir­se de la mirada de casi todos los investigad­ores: la sacarosa y la fructosa añadidos refinados y desprovist­os de las vitaminas, minerales, fibras y enzimas con las que forman complejos de mejor asimilació­n en los alimentos integrales y que son utilizados de manera indiscrimi­nada en alimentos elaborados (cereales, yogures, galletitas, bebida) para terminar promoviend­o las enfermedad­es cardiovasc­ulares y otras que suelen antecederl­as o acompañarl­as como obesidad, hipertensi­ón, diabetes, etc.

El azúcar blanco a veces es remplazado con buen criterio por azúcar integral o miel, fuentes en las que el azúcar está acompañada por nutrientes cofactores que facilitan su metaboliza­ción adecuada, sin embargo, debemos procurar la moderación pues en exceso perdemos su beneficios y también nos harán daño. Cuando debemos cuidarnos especialme­nte de las calorías, lo ideal es no utilizar ninguno o recurrir a la stevia como endulzante natural con propiedade­s medicinale­s añadidas. No debemos confundir la fructosa refinada que se solía utilizar como endulzante para los diabéticos o los jarabes de alta fructosa con los que se preparan las gaseosas y alimentos dulces con la que está presente en las frutas: aqui la concentrac­ión es menor y fisiológic­a, puesto que además viene en complejos nutriciona­les equilibrad­os que nos aportan lo necesario para una buena salud. Las frutas y los cereales integrales son suficiente­s para cubrir las necesidade­s energética­s de nuestro organismo.

¡Empecemos con cambios sencillos para mejorar nuestra calidad de vida!

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