COMER SOLO POR HAMBRE
El hambre emocional se desencadena por una situación que altera nuestras emociones y, aunque parezca increíble, puede ser no solo por tristeza o nervios, ¡sino hasta por felicidad! Entonces, en ese momento, el cerebro “le dice” al estómago que no le importa que el estómago no tenga hambre, que él, que toma las decisiones, quiere serotonina.
Esta hormona controla nuestro humor y también se asocia al placer. Cuando estamos mucho tiempo sin comer o tenemos hambre, aparece el tan molesto malhumor y que probablemente conozcas por haber estado con una persona a dieta restrictiva, o quizá por tu propia experiencia.
Cuando una persona tiene bajo nivel de serotonina se pueden desencadenar estados depresivos y alteraciones de la personalidad, como los comportamientos compulsivos. No por nada cuando uno está a dieta restrictiva tiene cambios de humor permanente.
Ahora bien, tenemos tres problemas al comer por emociones. Uno cree que el inconveniente de comer cuando no se siente hambre real, sino por hambre emocional, es solamente el aumento de peso, pero va muchísimo más allá de eso. Las otras tres consecuencias negativas son:
Calorías en exceso sin necesidad.
Se deja la huella: “Como esa vez estaba triste, comí y se me pasó, la próxima vez haré lo mismo”. Es decir, al notar que comiendo baja la ansiedad y esa emoción desaparece, cada vez que uno vuelva a estar enojado, triste, nervioso, etc., volverá a comer, porque la comida brindó calma.
No cambia nada: por más que se coma, no hay solución. Al comer por emoción no nos permitimos sentir lo que nos pasa y no buscamos resolverlo. La comida no va a arreglar el problema que tengamos en el trabajo, o la angustia y tristeza por haber perdido a un ser querido, o los nervios por el examen que tenemos que rendir de todas maneras.
Hay que tener en cuenta que el pico de ansiedad siempre baja. Uno no está ansioso todo el tiempo; de hecho, al comer, se vuelve al estado normal. Es cuestión de aprender a manejar esos picos distrayéndose, haciendo algo que no sea ir a la cocina o al supermercado. No es nada fácil controlarlo, pero siempre lo mejor es tratar estas situaciones con un licenciado en Nutrición y un psicólogo (si es necesario, se deriva a psiquiatra) y que entre ambos busquen las herramientas para evitar el comer por hambre emocional. Los profesionales siempre van a ayudar y acompañar en el proceso. Lo que se utiliza mucho para tratar este tipo de casos en nutrición esa pedirle al paciente que trate de detectar qué le pasó en ese momento de atracón o picoteo, si sentía aburrimiento, nervios, o bien tenía pensamientos particulares, etc., para poder trabajar junto con el terapeuta la causa del hambre emocional.No es un trabajo sencillo, lleva tiempo y mucha constancia.