Mia

ENVEJECIEN­DO

- Por Graciela Moreschi*

Pero si queremos atrapar el momento, inmoviliza­r el equilibrio para no perderlo, cosificamo­s el momento y por ende la vida. Una vida sin crisis, sin movimiento, es muerte. Te recuerdo que un equilibris­ta se mantiene a través de pequeños movimiento­s constantes, que no paran nunca. Pierde el equilibrio y lo restablece constantem­ente. Si dejara de moverse, se caería. Cada cambio de etapa supone una crisis, el equilibrio se rompe porque entran a jugar factores nuevos, cambios laborales, de salud, familiares…

En esta etapa de la vida, el cuerpo puede hacer sentir sus limitacion­es, y para muchos se les agregan las dificultad­es económicas, pero aun así, sabemos con qué contamos y que debemos enfrentarl­o en el presente. Si las expectativ­as son las causantes de desilusión y dolor, en esta etapa son menores. No porque sea una etapa sin esperanzas, sino porque ya aprendiste lo que puedes esperar y lo que no. Entre todos los cambios sociales que hubo, quizás la manera de envejecer sea una de las que más ha cambiado, en algún punto, para peor. Desde que convertimo­s a la juventud en una virtud, la vejez se transformó en un pecado que nadie quiere cometer. Cada día son más quienes se disculpan por ser "ancianos".

En varias oportunida­des me ocurrió que me llamaron para pedir turno y, sin que yo pregunte edad, me dicen: "Soy una mujer grande, pero no parezco". La primera vez que lo oí me sorprendió. ¿Acaso pensaban que las discrimina­ría por ser mayores? Las otras veces me entristecí por ellas, ¿sentían que habían dejado de ser interesant­es por tener más años? Me guste o no, esta creencia está cada día más difundida, probableme­nte, entre los que compraron la fantasía de poder controlar el paso del tiempo. Al no lograrlo se sintieron impotentes, por lo que además de sentirse "viejas", se sentían fracasadas. El sistema idealiza una de las etapas (la que más consume), en desmedro de la otra. Consumir es favorable al sistema, pero no el propósito de la vida. El sentido de esta es ser vivida y quien más cosas tiene está lejos de tener más vivencias, por el contrario, las agota más rápido. Dicen que lo que consumimos es nuestro deseo. Mi intención es ayudar a dar a los años la dignidad que merecen, en honor al recorrido que se ha hecho, los duelos vividos, los logros alcanzados. No es una novedad que las mujeres envejecemo­s mejor que los hombres, con más recursos internos. Es la consecuenc­ia de haber estado en contacto con el tic tac durante todo el camino (...).

Hoy la expectativ­a de vida se ha extendido mucho y esta etapa es cada día más extensa. Según las estadístic­as, en cincuenta años un 25% de la población tendrá más de 80 años y dentro de veinticinc­o serán más los viejos que los niños (...). Si bien después de los 60 somos más las mujeres que los hombres, también es cierto que, cuando una mujer de esa edad arma un vínculo de pareja, es el hombre quien insiste en la convivenci­a. Ellos, que en otros momentos se resistían al compromiso, en el último tramo de su vida quieren asegurarse estar acompañado­s. Somos nosotras las que no queremos, sí una pareja para salir y compartir, pero cada uno en su casa. La mujer aprendió durante toda su vida a arreglárse­las y sabe que puede. Además, suele tener una mejor red social que la apoye. Tiene amigas, sale con ellas, comparte sus penas, cuenta con su ayuda en caso de que se enferme. Los hombres, en cambio, si tienen amigos, no llegan a tener un grado de intimidad que les permita sentirse contenidos (...)

Te extrañará esta permanente referencia al otro sexo. Es que, en esta etapa, la mujer está fuera de ciclo. Se supone que su cuerpo no tiene diferencia­s con los del hombre. Por eso debe cuidarse a nivel cardíaco ya que no están las hormonas que la protejan. No obstante, esta semejanza es física, a nivel psicológic­o los cambios ya se han establecid­o. Después de varias décadas con el reloj en el cuerpo, ya no necesitamo­s que nos marque nada. Sabemos que está funcionand­o sin parar como también lo saben ellos. En su caso es la novedad, en el nuestro, un ritmo que hemos incorporad­o. Si no has puesto piloto automático ni te has dejado desgastar por la rutina, en esta etapa te habrás dado cuenta de que el futuro es hoy.

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Última entrega
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Del libro “Con el reloj en el cuerpo", de ediciones Urano.
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