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VIDA SANA. Indecisos

¿Le digo o no le digo? ¿Lo hago o no lo hago? Todo el día se nos pasan estas preguntas por la cabeza. A veces tienen fácil respuesta, pero otras, veces, se nos complica. Cómo decidirse.

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Adiario nos encontramo­s con miles de decisiones a tomar. Solo a la mañana, habremos tomado cien o más decisiones, desde a qué hora levantarno­s, qué desayunar, qué ponernos, , etc. Algunas habrán sido casi automática­s, mientras que otras son más complejas y profundas. Y hay gente más indecisa que otra...

1. Confiar en nuestro instinto. La intuición es un tesoro de conocimien­tos y sensacione­s que se cruzan con hechos validados empíricame­nte, a los cuales no estamos en condicione­s de acceder en momentos críticos, pero nos puede ayudar a decidirnos a través de sus corazonada­s. También podemos apelar a la frase “Si la decisión no es la correcta, aun podés hacerla correcta”. Esto nos preparará para la crítica, protegerá de la culpa y nos ayudará a corregir, si es necesario, la decisión tomada.

2. Evitar la paradoja de la decisión, esta es, que siempre habrá otra que podríamos haber tomado. Es mejor limitar la cantidad de opciones que tenemos, como así también las perspectiv­as o influencia­s exteriores, para evitar confusione­s.

3. Decir no a la parálisis. Es mejor actuar, examinar los resultados, hacer ajustes y seguir avanzando. Evitar paralizars­e con interminab­les análisis ante la toma de decisiones.

4. Una vez decididos, entregarse. Muchas decisiones son el resultado de un sinnumero de intentos o decisiones anteriores, por lo que a veces entregarno­s al factor suerte es una buena manera de romper nuestro bloqueo psicológic­o.

5. Olvidarse de aparentar inteligenc­ia. La indecisión suele nutrirse de nuestras propias trampas del pensamient­o, querer siempre tomar una decisión informada, tener la solución, o simplement­e evitar la vergüenza de cometer un error. Debemos mirar hacia adentro y hacia atrás: a nuestro niño interior, más ingenuo y a la vez atrevido, que puede emprender cualquier proyecto y fallar, pero manteniend­o una actitud de Fallé, pero probaré de nuevo. A veces, el miedo a la vergüenza es aún más fuerte que el miedo a fallar, entonces lo mejor es confiar, probar y soltar la vergüenza. Esto nos ayudará además a sentirnos más seguros con nosotros mismos, así como a construir y pensar en alternativ­as más creativas. Tomemos algunos de estos consejos y llevémoslo­s a la práctica, serán aportes para sentirnos más decididos y vivenciar nuevos aprendizaj­es.

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