Mia

Cuando no queda otra que hacer de hombre

- Por Valeria Schapira

Haciendo de tipo”. Esa fue mi respuesta días atrás a la pregunta telefónica de una amiga que quería saber en qué andaba. Allí estaba, en la gomería, rodeada de testostero­na y fierros después de anoticiarm­e en el taller mecánico de que tenía “las gomas deformadas”. Miré mis lolas y descubrí que el problema no era mi cuerpo. Sí, mi auto y, ergo, mi billetera. Alineación, balanceo, tren delantero y burro de arranque. Maldita la hora en que debí incorporar a mi vocabulari­o esta terminolog­ía de macho. Y no porque me disgusten los autos. El problema es otro, algo que en mi vida no anda precisamen­te sobre ruedas. Estoy harta de “hacer de hombre”. Es literal. Trabajo como un burro, me ocupo de mis alimentos, de los impuestos, de los electrodom­ésticos rotos, de las humedades del techo, de los cueritos rotos y de las cuestiones financiera­s. En definitiva, “hago de tipo” full time. Mi plasma estuvo “muerto” durante tres meses solo porque no sé cuál es el orificio de entrada del cable. Mi Blackberry vegetó en su caja durante semanas hasta que un mozo amigo me enseñó a usarlo. Odio los manuales y los instructiv­os. Para eso están los hombres. Yo me llamo Valeria. Y lo único que tengo parecido a un travesti es el tamaño de mis pies.

“Hago de tipo” en el banco discutiend­o cifras y cuestiones que nunca hubiera soñado tener que comandar.

“Hago de tipo” cuando discuto con el abogado, el contador, la AFIP y Juan de los Palotes.

“Hago de tipo” en los baños públicos cuando tengo que hacer pis parada porque mis congéneres son mugrientas y mean la tabla “como los tipos”.

“Hago de tipo” en el trabajo, cuando a nadie le importa si estoy indispuest­a, me siento sola o me destrozaro­n el corazón. Los tipos no lloran. Y cuando quiero llorar, me encierro en el baño.

“Hago de tipo” cuando vengo del supermerca­do hombreando mil bolsas, porque hace cinco minutos cerró el reparto a domicilio y ya no me queda ni un rollo de papel higiénico.

“Hago de tipo” cuando salgo a la calle enferma, porque “si no lo hago yo, no me lo hace nadie”.

Y lo peor de todo es que, acostumbra­dos a “verme hacer de tipo”, los que me rodean esperan que “haga de tipo”. Muchchos “tipos” me invitan a tomar algo y me hablan “como a uun tipo”. Me cuentan sus proezas sexuales, sus cuitas mmatrimoni­ales y sus deficits monetarios. Charlamos de auautos, de fútbol y de sexo. De vinos, de guita y de mujeres. “Vos sos uno más”, llegó a decirme en mis narices r em mi príncipe azul. Y, la verdad, no me molesta que me trtraten “como a un tipo”, siempre y cuando no se olviden de que soy una mina. A la que le gustan las flores, los bombones y las caricias. Una mina que llora a escondidas “como los tipos” y sueña con “un tipo” que le lleve el auto al taller, que la ayude a cargar las bolsas del súper y que le cambie las lamparitas. Que alguna vez diga “no te preocupes, descansá” y que haga una sopa cuando me agarre la gripe. Mientras tanto, sigo “haciendo de tipo” sin renegar de mi almita de mujer. Sensible y cariñosa. Soñadora, coqueta y ardiente. Aunque solo algunos entiendan cuánta debilidad hay detrás de tanta fortaleza.

 ??  ??
 ??  ??

Newspapers in Spanish

Newspapers from Argentina