Mia

Entre bambalinas

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Crónica de una muerte anunciada

Hace dos semanas publicamos en esta misma sección la nota que transcribi­mos al pie. Se le puede llamar sentido común, olfato periodísti­co, intuición o buena data. Lo cierto es que en charla con algunos colegas bien informados, comentábam­os la gravedad del estado de Ricardo Fort, ese hombre absolutame­nte mediático, extravagan­te, divertido, narcisista y egocéntric­o partió a los 45 años, con ganas de vivir un montón de experienci­as más. No obstante, los últimos 25 los vivió con una pasión imparable. Se bebió la vida de un trago, se atracó con los placeres, se dio el gusto de tener todo lo que quiso, desde una colección de autos carísimos, avión privado, una mansión enorme a programa propio de televisión, obras de teatro que produjo y protagoniz­ó, docenas de relojes de las marcas más buscadas en el mundo que usó y regaló. Tuvo dos hijos sin tener esposa, novias y novios, las mujeres más hermosas a sus pies y los jóvenes más bellos y musculosos en su entorno y en su seguridad privada. Viajó a Miami cuantas veces quiso a divertirse y dilapidar su enorme fortuna, llevó con él a sus afectos y a sus niños, compró y regaló ropa por miles y miles de dólares. Quiso bailar en el Bailando de Tinelli y bailó. Quiso cantar en el Cantando y cantó. Quiso ser jurado y fue jurado. Entró y salió cuantas veces quiso de los escándalos televisivo­s enfrentánd­ose a los más variados enemigos. En var varios de sus últimos reportajes de dejó en claro lo tremendo de su sufrimient­o y el sacrificio qu que hacía para salir cada dí día a la calle. También habló so solapadame­nte de la muerte. De golpe, en la madrugada del lu lunes 25 de noviembre, todo s se detuvo con una gran dosis d de misterio y Ricardo Fort se fue para siempre. ¡Que en paz descanse quien quie tuvo una vida tan agitada!

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