Empezar el año sin estrés
En los últimos años se ha registrado un considerable aumento de pacientes que padecen trastornos de ansiedad que se intensifican a comienzo del año, después de las fiestas y antes de las vacaciones, producto del estrés. Los cambios producen estrés y el fin de año no escapa a ello, ya que es una época de balances y proyectos a futuro.
Hay que tener en cuenta que sentir cansancio no es sinónimo de estrés, por lo cual hay que saber diferenciar ciertas respuestas de nuestro organismo al estrés que se traducen en síntomas físicos (taquicardia, presión arterial, palpitaciones, náuseas, dificultad para tragar, diarreas, aumento o disminución del apetito, hipersensibilidad a ruidos, entre otros), cognitivos (angustia, aprensión, preocupación, indecisión, apatía, pérdida de objetividad o incapacidad para afrontar situaciones) y/o conductuales (inquietud o hiperactividad, parálisis motora o inmovilidad, movimientos torpes, temblorosos, desorganizados, tics, tartamudeos, comportamientos de evitación o alejarse de situaciones temidas).
Pero el estrés puede prevenirse: buscando un estado físico y emocional más saludable; conociendo y manejando las situaciones que nos provocan estrés para poder reducir y eliminar las manifestaciones del mismo; aprendiendo a realizar entrenamiento en relajación. Dado que la relajación devuelve al organismo su estado natural de equilibrio, normaliza los procesos físicos, mentales y emocionales.
Los siguientes son algunos consejos paraa eliminar o bajar el estrés
No preocuparse por aquello que no see puede controlar.
Hacer algo con relación a lo que sí se puede controlar.
Prepararse lo mejor posible para posibles situaciones a enfrentar, que son agentes de estrés, como exámenes, entrevistas laborales, eventos sociales y otras.
Pedir ayuda para evitar el “yo puedo todo solo”.
Aprender a delegar para no hacer en “yo lo hago Mejor que los demás”. Fijarse metas cortas y realistas. Llevar un registro escrito de las tareas a realizar para que no ocupen lugar en nuestra mente. Jerarquizar las tareas según el grado de importancia. Hacer actividad física, salir a caminar. Seguir una dieta balanceada de acuerdo a las necesidades calóricas de cada uno. Corregir pensamientos catastróficos. Procurarse pequeñas satisfacciones cotidianas.
Evaluar realísticamente el tiempo que nos va a llevar cada tarea para realizar una adecuada planificación. Ello evitará corridas innecesarias.
Reservar momentos del día para el descanso, actividades sociales y recreativas.
Tomarse un tiempo para los intereses y pasatiempos personales.
Rescatar los aspectos positivos de las situaciones y no sólo centrarse en los negativos. Planear actividades divertidas. Asegurarse de dormir lo suficiente. Los buenos hábitos de sueño son una de las mejores maneras de manejar el estrés.
Adoptar un estilo de vida que respete nuestras necesidades biológicas, psicológicas y sociales.
Evitar la queja dado que la misma no nos permite definir el problema ni encontrar una solución o cambio a lo que nos preocupa. Ser realistas Disfrutar sin penitencias. Escuchar al cuerpo cuando nos pida que disminuyamos la velocidad o que tomemos un descanso.