Jacinto en flor
Exuberante y llamativo, el jacinto permanece poco tiempo en flor, al igual que en su leyenda griega. Sin embargo, verlo crecer proporciona un éxtasis de optimismo para el olfato y la mirada
Mirar un jacinto siempre te hace sentir muy bien. Hablamos de una planta muy valorada porque proporciona un fragante aroma y sus colores vistosos alimentan el optimismo.
Existen diversas variedades de jacinto, pero la más común es la que goza de mayor floración y fragancia. Es una planta bulbosa típica holandesa y aunque sus orígenes la ubican en Siria e Irak, es cierto que fue muy cultivada a orillas del Mediterráneo y, más tarde, en Francia.
Azul, púrpura, rojo, rosa, amarillo, naranja o blanco, el jacinto ilumina la mirada con un sinfín de colores. Llamativo, capaz de alcanzar los 25 cm. de altura, está formado por una gruesa y densa espiga llena de flores.
Para disfrutar de esta hermosa planta, comprá los bulbos y plantalos en otoño para que florezcan a principios de la primavera. Es importante que la maceta esté bien drenada, ya que un exceso de agua puede pudrir las raíces. No le dejes nunca agua en el plato. El riego debe ser frecuente pero con poca agua y la tierra no debe quedar nunca seca del todo.
Amante del frío
El proceso de acumulación de frío es imprescindible para que los jacintos broten y florezcan. Si no se les proporciona frío, suelen fallar no sólo en florecer, sino que a veces ni siquiera brotan. Esto siempre causa una gran frustración personal. El frío es la clave, por eso es indispensable para los bulbos, a comienzos del otoño.
Si la estación viene suave, lo mejor que podés hacer es poner los bulbos recién comprados en el cajón para verduras de la heladera, ideal por su frío mínimo y, en tres semanas, los podés sacar.
Una vez cumplido este proceso de acumulación de frío, pueden salir al jardín o a macetas para ser plantados.
Los bulbos de jacinto deben plantarse a una profundidad de 10 a 15 centímetros y con una separación de 10 centímetros entre uno y otro. Les gustan los suelos “ligeros”, porosos y los sitios soleados.
Si la tierra es muy arcillosa, prepará el lecho para los bulbos mezclando una u buena parte de arena con tierra. Una vez brotados, quieren bastante riego durante todo el crecimiento y será bueno fertilizarlos con abonos que se diluyan en agua y se pulvericen sobre las hojas. Esta fertilización formará buenos bulbos para el año siguiente. Cuando amarilleen sus hojas, cortalas al ras.
Como a Apolo en la leyenda, el jacinto no nos vivirá mucho tiempo en flor, por eso cuando adquieras un ejemplar, elegí uno donde la flor esté empezando a abrirse. Si tras la floración, querés salvar la planta, trasplantala a una maceta más grande con un sustrato bien abonado y colocala en la terraza, balcón o ventana. Las hojas seguirán creciendo y cuanto más grandes y verdes sean, más garantías tendrás de que el bulbo, que queda bajo tierra, nos sorprenda al año siguiente con una o dos de sus más hermosas flores.