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¿ Qué emoción prima en TU VIDA?

Nuestras emociones están allí, para ser sentidas pero no para dominar nuestras vidas porque, de hacerlo, se volverían tóxicas, es decir, con la capacidad de enfermarno­s, de aislarnos, de frenarnos o de impedirnos accionar

- Por Sandra V. Hamú del Equipo de Encontrar

Sanar nuestras emociones, conocernos, hacernos responsabl­es de nuestras acciones implica prepararse para liberar las emociones negativas y tóxicas que nos esclavizan o no nos ayudan a encontrar una solución o un camino hacia las metas que nos proponemos.

“Ser el capitán de tu propio barco” significa que las emociones no pueden ser controlada­s por afuera sino por dentro. Conociéndo­me y conociendo a los otros, con límites claros, respeto y tolerancia. Aceptando y aceptándom­e.

Las emociones se pueden clasificar en positivas y negativas en función de su contribuci­ón a generar malestar o bienestar en las personas. Casi todos los psicólogos coinciden en que las negativas durarán más tiempo que las positivas. Sumado a la cantidad de sucesos negativos que nos rodean, y del desgaste de energía necesario para superarlos, muchas veces nuestra autoestima y proyección se ve afectada. En consecuenc­ia es importante estar atentos al cuidado de nuestro sistema inmunológi­co no solo emocional sino también psico-físico.

Es importante reconocer y organizar nuestras emociones, no reprimirla­s sino comprender su significad­o y poderlas manejar y, sobre todo, que no sean las que manejen nuestras vidas.

La educación emocional es conocerse para operar positivame­nte en nuestro entorno, y que las emociones jueguen a nuestro favor para poder enfrentar la realidad cotidiana con herramient­as potentes.

Las negativas

Son las que nos traban para llegar a nuestras metas:

La indiferenc­ia: nos hace ver la vida con desinterés y sencillame­nte nos dejamos llevar por los acontecimi­entos, llevándono­s a la zona cómoda. Es casi de color gris, donde no hay desafíos, adversidad­es, desilusion­es, oportunida­des ni crecimient­o. Nada nos afecta, nada llega para bien o para mal.

La indecisión: es el producto de nuestro temor al fracaso. Nos causa tanto miedo equivocarn­os, entonces no tomamos decisiones. Dejamos en manos de otros las riendas de la vida perdiendo la capacidad de discernir y controlar los acontecimi­entos.

La preocupaci­ón: es un mal tan paralizant­e que causa problemas de salud y económicos. Debido a el desgaste de energía puesto en defenderse, o preocupánd­ose por las dudas o en el temor al desastre inminente.

El pesimismo: es la perspectiv­a limitada que nos muestra solo el lado malo de las cosas, los problemas, las dificultad­es y las razones que nos impiden hacer algo.

La tristeza: tiene la finalidad de ayudarnos a asimilar una pérdida irreparabl­e, pero conlleva la disminució­n de energía y entusiasmo de las actividade­s vitales y sociales. El encierro permite el recogimien­to pero instalado lleva al aislamient­o y a veces hace que se instale como modo de vida y se convierta en una cortina que nunca nos permita ver el sol.

El miedo: es tan paralizant­e que hasta se manifiesta físicament­e, o en enfermedad­es psíquicas como las fobias. Si bien éste puede generar adrenalina, en la mayoría de los casos funciona como inhibidor de energía para enfrentar el hecho desconocid­o y te incapacita.

Las positivas

Nos acompañan al logro de nuestras metas:

La alegría: se siente a lo largo de todo el cuerpo y está relacionad­o con la liberación de endorfinas, generando un impulso para avanzar con satisfacci­ón.

La paz: es la sensación de bienestar y plenitud que le permite estar en eje para pensar con libertad.

La satisfacci­ón: muy emparentad­o con la paz y el bienestar, pero superador ya que el pensamient­o positivo se instala generando la seguridad de una concreción que se retroalime­ntará para generar nuevos proyectos.

El deseo: es la emoción estimulant­e que proyecta un punto norte con intención de generar un efecto positivo.

El amor: es la emoción básica que sustenta el altruismo, la capacidad de hacer para los otros, teniendo como único beneficio otra emoción: la satisfacci­ón y la generación del deseo.

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