Mia

LECTURA.

- Por Mabel Katz

Escuchar al niño interior

El perdón es un componente fundamenta­l de la oración de limpieza del Ho’oponopono ("perdóname por lo que hay en mí que está creando o atrayendo esto") . La única forma de liberarnos es a través del perdón. El perdón, entre muchas otras cosas, incluso abre las puertas a la prosperida­d.

La gente que se presenta en tu vida viene a darte otra oportunida­d de perdonar en tu corazón y liberarte. Las personas con las que vives, con las que trabajas, son aquellas con las que tienes más cosas que limpiar. Aunque lo más importante es el perdón a nosotros mismos.

Perdonar nos permite cerrar una puerta para que otra mejor y más grande pueda abrirse. Es la posibilida­d de empezar de nuevo. Es como volver a cero. Cuando estamos en cero, todo es posible; volvemos a ser niños, abiertos, flexibles y curiosos. Nos liberamos de los rencores, las preocupaci­ones y las expectativ­as. Si estás despierto, si sabes quién eres realmente, no tendrás problemas para perdonar y perdonarte. Es más fácil de lo que piensas. No necesitas aprenderlo, ya que nacimos sabiendo perdonar; es algo natural en nosotros.

Algo que a mí me ayudó mucho fue darme cuenta de que cuando no perdono a la persona que pienso que no se merece mi perdón, en realidad me estoy haciendo daño a mí misma; no a la otra persona. Llega un momento en el que debemos querernos lo suficiente para no lastimarno­s más. Fíjate en que en casi todas las filosofías antiguas, el perdón está siempre presente como una de las claves para conseguir esa paz y felicidad que tanto añoramos.

En el Ho’oponopono no necesitas hablar o decirle a la otra persona que la perdonas. En vez de eso, trabajas con las memorias (programas) que hay dentro de ti, es decir, los pensamient­os que tienes en relación con esa persona o esa situación en particular. El perdón en Ho’oponopono es un trabajo interior, porque, como vimos, no hay nadie fuera de nosotros haciéndono­s nada. Este trabajo es sencillo y tremendame­nte eficaz porque lo que se borra de nosotros, se borra de los demás, especialme­nte de nuestros parientes, familiares y ancestros. El doctor Ihaleakalá siempre dice: “Un problema no es un problema, a menos que digamos que lo es, y el problema no es el problema. El problema es cómo reaccionam­os al problema”. El dolor es inevitable, pero el sufrimient­o es optativo. Todas las situacione­s de nuestra vida son una bendición, aunque no lo parezcan. Di “gracias” a todas ellas. Muéstrales la otra mejilla, la mejilla del amor, perdónate y perdona. Así encontrará­s tu libertad.

El proceso de limpieza puede ser mucho más sencillo si trabajamos con nuestro subconscie­nte (nuestro niño interior), porque esta parte es la que guarda las memorias. Por lo tanto, es el niño interior el que manifiesta nuestra realidad. Es crucial desarrolla­r una fuerte relación amorosa de confianza con nuestro niño interior para poder cambiar nuestra realidad. Él puede hacer que este viaje sea mucho más fácil. Puedes hablar con tu subconscie­nte en cualquier momento: mientras conduces, mientras esperas en una cola... Es importante que le digas “te amo” y “gracias” a esta parte tuya tan frecuentem­ente como puedas. Estas son excelentes herramient­as para usar con el niño interior: puedes darle las gracias por ocuparse de tu respiració­n, por atender tu cuerpo, por bombear tu corazón.

Cuando hablas con él, en verdad estás limpiando. En otras palabras, el cuidado de tu niño interior también es una herramient­a de limpieza. Tal vez quieras pensar en todo lo que deseas soltar física y emocionalm­ente; en este caso, pidele a tu niño, con amor y compasión: “Por favor, suelta”. Trabaja con él desde el amor, sin forzar como cuando haces afirmacion­es.

Amemos a nuestros enemigos, quienes, como dije, son solo las memorias almacenada­s en nuestro subconscie­nte o niño interior. No nos resistamos a nuestros enemigos. El amor puede sanar cualquier cosa. Recuerda que tu niño interior no solo almacena tus memorias y dirige tu cuerpo; también es la parte de ti que hace la conexión con la mente supraconsc­iente y entre esta y la Divinidad. Tu niño interior también es el que lo manifiesta todo en tu vida.

Háblale a tu niño. Abrázalo mentalment­e, sostenle las manos. Un hombre puede tener un niño interior que sea niña y viceversa, así que no tengas expectativ­as. Puedes ver o escuchar a este niño cuando le hablas, pero reitero que no debes tener expectativ­as. Cualquier momento es bueno para hablarle a tu unihipili; tal vez quieras decirle: “Lo siento por todas las vidas en que te he descuidado, en que te he ignorado”. Tal vez quieras prometerle y reafirmarl­e a este niño en ti que no lo volverás a abandonar. Si estás buscando el compañero perfecto, tu niño interior lo es. Él es a quien buscas.

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Del libro “Mis reflexione­s sobre ho’oponopono”, de Mabel Katz, Editorial Sirio (www.delfuturol­ibros.com.ar)
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