Un nuevo CAMINO
Cada uno de nosotros tiene su momento para emprender el viaje del alma. El viaje es individual y jamás volveremos a ser los mismos que éramos en el punto de partida. Hacer lugar al vacío para que entre lo nuevo. Deshacernos de las viejas corazas, descamar la piel para reinventar nuestro nuevo yo. Volver a nacer.
Quizás suframos traspiés, algunas torceduras por repetir pasos inconducentes. Puede que vacilemos por no tener trabajada la confianza y la fe en un orden superior y sobre todo en nuestra infinita capacidad. Hay buenas noticias: esos tropiezos no significarán más que pequeñas demoras en el nuevo rumbo.Ya estamos en marcha y a esta marcha no la para nadie. La clave es confiar.
Una vez que nos iniciamos en el camino del alma hemos de tener fuerza, fe y perseverancia, evitar comparaciones y juicios y transitar por períodos de mucha soledad. El camino espiritual es una experiencia más bien solitaria. Podemos tener buenos amigos, sostén familiar, compañeros de ruta, hermanos espirituales, maestros, etc., pero si no nos mantenemos en la senda con voluntad, difícilmente avancemos. Generalmente nos iniciamos en el viaje del alma por necesidad. En ese comienzo no recibimos avisos de que no será fácil.
Estamos tan ávidos por hacer de nuestra vida algo diferente que nos lanzamos a la carrera aunque no sepamos co- rrer. Más de una vez se nos presentará el deseo intenso de tirar todo por la borda y volver a la anterior vida de inconsciencia en la que, si bien no éramos felices ni estábamos en calma, al menos no nos cuestionábamos tanto. Difícilmente sea esto posible.
Una vez comenzada la travesía, no hay retorno al punto de partida. Cuando comenzamos a preguntarnos los "para qué" en lugar de los "por qué" de los hechos y de las personas que van apareciendo en nuestra vida, vamos encontrando nuevas respuestas a cada paso.
Aunque parezca contradictorio, a mayor cantidad de respuestas, aparecen nuevas preguntas y desafíos.
La vida del explorador del alma no es llana ni fácil como no suelen serlo las cosas que poseen un sentido profundo. No significa que no sea una experiencia llena de alegría, revelaciones y encuentros. Seguramente haya desencuentros: es probable que en nuestra búsqueda vayamos perdiendo algunas antiguas relaciones que creíamos sólidas o suframos la amarga desilusión de que esas personas que suponíamos nuestros pilares no comprendan por donde vamos, nos cuestionen o no nos apoyen. ¿Por qué deberían hacerlo, después de todo? Uno de los aprendizajes fundamentales es comprender y respetar las decisiones ajenas y que alguien se aleje porque no sintoniza en la misma frecuencia puede ser una opción. Nos dolerá, sin dudas.
El dolor es inherente al crecimiento. Hemos de comprender los tiempos de evolución ajenos, que no necesariamente coincidirán con los propios. ¿Cuánto tiempo pasamos sin preguntarnos mucho y nadie nos juzgó por ello? Aprender a vivir de manera empática, con sentido y con misión es un viaje iluminador.