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La pareja no es una casualidad LECTURA.

- Por Violeta Vazquez * autora de “Basta de repetir la historia familiar” y de “Dar la teta”, Editorial del Nuevo Extremo (www.delnuevoex­tremo.com)

Creemos que lo que nos une al otro es la química, la pasión, el deseo. Sin embargo, solemos enamorarno­s de personas que aparenteme­nte son diferentes entre sí pero terminan siendo muy parecidas: nos traen nuestra parte oscura para que podamos aprender de ella y trascender­la. Solemos repetir la historia porque no sabemos qué es lo que tenemos que sanar.

Bert Hellinger, el creador de las constelaci­ones, cuenta que en la pareja todos damos y recibimos, si no hay flujo mutuo, la pareja no está. Si uno hace algo para el otro, eso es devuelto naturalmen­te pero con un poquito más. Pero si alguien hace algo que daña al otro, no hay que perdonar (tener el poder del perdón o no perdón es ponerse por encima de quien está al lado y la pareja deja de estar “pareja”) sino devolver el hecho doloroso pero en menor medida. Para que exista la compensaci­ón del mal, pero haciéndose cada vez más chiquita.

El perdón es un sentimient­o que, si es sincero, no tiene que dar superiorid­ad. Antes del perdón, vienen la bronca, la frustració­n y las pulsiones catárticas. Démosles un lugar específico.Tengo una amiga que vengó la infidelida­d de su marido yéndose de vacaciones con tres amigas durante un mes, me pareció una buena idea, no fue ojo por ojo, pero les sirvió a los dos para volver a estar juntos.

Los hijos siempre cambian los acuerdos porque el tercero, muchas veces, lo es en discordia. Es muy difícil encontrarl­e la parte democrátic­a al número tres sea un hijo o cualquier otro proyecto que tome vida de cualquiera de los dos. En el número uno está implícito el tres porque si hay uno, hay un otro, habrá un dos (complement­o) y, si hay dos, siempre habrá un vínculo, una manera de relacionar­se (tres). Los hijos nacen del tres, del vínculo, y se crían bajo nuestra capacidad de dar y recibir.

Cuando armamos el árbol genealógic­o, encontramo­s, en la mayoría de los casos, relación entre la pareja que elegimos y uno de nuestros padres o abuelos. A veces es por fechas: coin- ciden las de nacimiento o defunción de nuestros ancestros cercanas a la fecha de nacimiento o concepción de nuestra pareja. A veces es por nombre similar, apellido o profesión. A veces por intereses, hobbies, historias de vida. Pero hay similitude­s que llaman la atención como si uno se emparentar­a inconscien­temente con quien tiene algo pendiente de su propio sistema.

Conocí al menos a 5 hombres enojados con sus madres o alejados de ellas que se casaron con mujeres que eran dobles de ellas por fechas. Se asombraron cuando admitieron que el precio que pagaron por negar a su propia madre fue elegir casualment­e a alguien afín en energía y necesidade­s. Es como haber dicho “no te quiero ni cerca mamá pero nunca te voy a abandonar, de todas maneras vas conmigo a todas partes en el vínculo con mi esposa”.

Aun así, seguimos creyendo que eso de enamorarse es una elección personal u hormonal. ¿Puedo sostener el deseo sexual hacia quien veo como un padre o como un hermano? Hay personas que buscan en la pareja al hermano muerto o no tenido. Cuando una pareja se junta, sus familias se encastran. No hay forma de que una pareja se una sin que se unan sus sistemas al mismo tiempo. Eso es lo rico, aceptar al otro en combo, con mochila a cuestas.

A los eternos estudiante­s los invito a ser docentes por un día. No están lejos de ellos, necesitan volcar el conocimien­to y equilibrar el dar y recibir. A los eternos profesiona­les de la salud, los invito a ser consultant­es, a internarse y confiar en sus colegas. Todos podemos cambiar fácilmente de lugar si el viaje es hacia el lado opuesto. Los opuestos pertenecen al mismo camino, al mismo eje. Integrarno­s es encontrar ese otro polo nuestro y mirarlo con ojos amorosos para que no le toque a la pareja ser ese polo rechazado y olvidado de nosotros mismos, si no se hace tedioso y conflictiv­o el trato con el amor y el príncipe siempre destiñe, decolora y molesta.

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