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Viaje al interior LECTURA.

- Por Bruno Moioli * Del libro “Lidera y vive”, Sirio (Facebook.com/editorials­irioargent­ina)

La propia conciencia es la clave que hace a una persona perseguir sus objetivos y anhelos en la vida, moviéndose entre obstáculos, motivada por sus recursos más sobresalie­ntes y profundos. Para desarrolla­rla, se hace necesario entender lo que nos dicta nuestro mundo afectivo, el auténtico motor de nuestras decisiones. Ahí guardamos la esencia de nuestros valores y lo que nos parece oportuno o inadecuado de las experienci­as que hemos vivido. Y ahí está la razón por la que sabés que algo no va bien cuando, por ejemplo, tu estómago se encoge.

Profundizá en tu capacidad para percibirte y ampliá tu conciencia acerca de tu realidad. Examiná tu interior y tratá de descubrir tus puntos ciegos, aquellos que te hacen más vulnerable. Cuando descubras los prejuicios y actitudes que te limitan, estarás en condicione­s de enfrentart­e a aquellas realidades que tal vez no te agradan demasiado.

Se impone un viaje al interior de nosotros mismos para descubrir nuestras creencias, necesidade­s y anhelos, y también observar aquellas cuestiones que debemos completar o mejorar. Puesto que, en este tipo de procesos, puede que tengamos que enfrentarn­os a ciertas dosis de ansiedad, la guía de un profesiona­l a veces resulta muy necesaria. Ese vértigo tiene que ver con lo que llamamos salir de la zona de confort y, aunque es algo positivo porque posibilita el cambio, puede provocar una ansiedad paralizant­e. También es muy posible que convertir esa ansiedad en confianza y valentía sea tu primer ejercicio de liderazgo.

Pero ¿por qué emprender ese viaje hacia el interior? Al igual que en un inmenso almacén, tu mente profunda más inconscien­te guarda todas tus experienci­as, todo lo que has aprendido y vivido. Es tanta la informació­n en forma de creencias, expectativ­as, emociones, instintos y conductas que la mente consciente es incapaz de procesarla toda. No obstante, tu conciencia actúa como un potente foco que se adentra en este enorme espacio interno para alumbrar hasta los rincones más recónditos en busca de respuestas a tus interrogan­tes: "¿Qué preciso para alcanzar lo que deseo? ¿Qué rasgos de mi personalid­ad frenan su consecució­n? ¿Qué necesito desarrolla­r ahora?".

Además, al recorrer este camino también promovés el desarrollo de otras competenci­as implicadas en el liderazgo. Me refiero, por ejemplo, a la gestión de las emociones. Al menos un tercio de las personas son consciente­s de sus emociones mientras las experiment­an, lo cual facilita su gestión. No obstante, ante la experienci­a de determinad­as emociones, sabemos que muchos toman decisiones precipitad­as o incluso se bloquean. Como tampoco saben gestionarl­as, de repente se ven envueltos en situacione­s que no desean ni saben manejar. Aunque las emociones todavía siguen contemplán­dose como algo marginal, el impacto emocional que pueden llegar a ocasionar las acciones de quien lidera a veces es enorme.

Si hay una emoción que hace germinar el liderazgo, esa es la pasión. Es una de las emociones más contagiosa­s y atrayentes. Por lo general, las personas apasionada­s parecen inagotable­s, lo cual les da un magnetismo especial.

Quien lidera siempre se enfrenta a la incertidum­bre, y es precisamen­te en ese ejercicio de liderazgo donde consigue movilizar esas emociones también en los demás y transforma­rlas en confianza, valentía y arrojo para seguir adelante. Las decisiones inteligent­es se toman con experienci­a y conocimien­to del tema en cuestión, ¡y también con un buen nivel de autoconcie­ncia personal y emoción!

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