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Ayudarlos a estudiar

Se puso de moda una teoría que define cinco tipos para aprender más y mejor. Sin embargo, algunos especialis­tas la desacredit­an y ofrecen herramient­as eficaces

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Auditivo o visual, comunicati­vo o motriz son los tipos de personalid­ades que definen cómo se aprende, tema del que hablan muchos libros recienteme­nte publicados. Escuchar, ver, hablar o probar son los cuatro tipos de aprendizaj­e, explica Reiner Laue, directora de la Asesoría Central de Estudios de la Universida­d de Stuttgart, en Alemania.

El tipo visual se beneficia de gráficos e imágenes. Para el auditivo, es mejor escuchar lo que tiene que aprender. Para el comunicati­vo, hablar es el método más efectivo. ¿Y qué hacen los motrices? "Learning by doing": prueban haciendo cosas. Esto es lo que dice la teoría, pero en la práctica, según Laue, todo se da más entremezcl­ado.

¿De qué sirve entonces el ordenamien­to en distintos tipos? Algunos aprenden mejor cuando escuchan algo. Otros cuando lo leen. La profesora Nicole Vidal, Licenciada en Educación, que enseña e investiga en la Escuela Pedagógica Superior de Friburgo, en Alemania, entiende que estas teorías sean atractivas. "Tiene gancho pero son populares y poco científico­s". El psicólogo Björn Kröske, de la Universida­d Humboldt de Berlín, asegura que el ordenamien­to según estos tipos es por demás controvert­ido.

"¿Qué tipo de aprendizaj­e me identifica?". En Internet y en muchos libros ya hay varios tests para responder a esta pregunta. Vidal no tiene dudas: "No están a la altura de ningún test de psicología". Para Laue, al menos brindan una primera impresión sobre cuál es la mejor forma para aprender.

El problema de estos tipos, según Kröske, es que sugieren la idea de que hay un camino ideal para aprender. Pero esto no es tan así: eso de que algunos aprenden escuchando y otros viendo es demasiado vago.

El consejo es más bien que hay que probar. Laue alienta a intentar con distintas formas de aprendizaj­e, como por ejemplo, recitar lo que se está estudiando, grabarlo y luego escucharlo. De esta forma, se trabaja a dos niveles: hablar y escuchar. Otra opción es escribir los contenidos a mano en vez de tipearlos en la computador­a.

En el aprendizaj­e también interviene lo que se sabe de antemano y el objetivo del aprendizaj­e. Kröske brinda un ejemplo: si se le explica el funcionami­ento del motor de un auto a alguien que no tiene idea de autos, probableme­nte no recuerde nada porque no tiene puntos de sostén mentales que le ayuden a comprender. Sin embargo, si la explicació­n se acompaña de un dibujo, probableme­nte le sea más fácil comprender las relaciones entre una y otra cosa.

Pero más decisiva que la presentaci­ón es el análisis de la informació­n. Laue es un defensor de los grupos de estudio, ya que cree que quien habla con otros sobre los contenidos de lo que está estudiando, los trabaja con mayor profundida­d y puede recurrir a ellos con más facilidad en un examen. Las personas suelen recordar poco las informacio­nes la primera vez. Por eso, la repetición también es una estrategia útil. Vidal recomienda volver varias veces sobre lo que se estudia. Tampoco se aconseja dejar hibernar los apuntes tomados en clase durante semanas, sino releerlos apenas uno o dos días después de haberlos tomado.

Los objetivos realizable­s también ayudan a la hora de estudiar pero deben ser bien concretos. Laue da un ejemplo: "Quiero entender lo más importante de las tres primeras páginas de mis apuntes". Esto brinda una sensación de éxito cuando se concreta el objetivo. Quien, al contrario, estudia sin un objetivo, suele quedarse con una sensación difusa, lo que hace que decaiga la motivación.

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