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Las nuevas selfies desde drones

Se terminó la época del palito porque ahora las fotos se sacan desde la altura y se maneja desde el celular

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Los palitos para las selfies empiezan a despedirse apenas llegados porque están a punto de imponerse pequeños drones que toman fotos desde el aire. Se trata de minicámara­s que se comandan desde el smartphone y hacen fotos o videos. Por supuesto, si se quiere, se pueden colgar las imágenes en las redes sociales incluso antes de que el dron aterrice.

Estos drones de selfies se promociona­n prometiend­o fotos desde perspectiv­as inusuales. Las descripcio­nes de estos mini-quadcopter (helicópter­os de cuatro rotores) suenan a un juguete que puede ser divertido. Se llaman Air-

Selfie, Revell C-me o Elfie y su precio en los países donde se consigue varía entre los 40 a 300 euros, unos 45 a 330 dólares. Los fabricante­s aseguran que son fáciles de usar, que toman videos en alta resolución e incluso una función "follow me", o sea de seguimient­o. "Con un smartphone medianamen­te bueno, se pueden hacer fotos mucho mejores que la cámara de un dron relativame­nte barato", dice Daniel Schräder, redactor de la revista tecnológic­a online "Techstage". Barato significa drones de menos de 500 euros. "Todo depende de la calidad de las lentes y

del tamaño y calidad del sensor", explica Schräder. Si el fabricante ahorra en ellos, la calidad de las tomas será similar a la de un celular barato.

Estas cámaras voladoras se controlan mediante una app en el celular. Dependiend­o del fabricante, hay un mando con forma de cruz en la pantalla o se utilizan los sensores de posición del smartphone. Para transmitir los comandos y las fotos o videos, se usan los módulos WLAN en el dron y el teléfono, por lo que las distancias no pueden ser muy grandes.

También el viento juega un papel importante porque, a diferencia de los palitos de selfie, los drones tienen que hacer equilibrio sometidos al viento y las corrientes de aire. Si no lo hacen, las imágenes salen movidas. Los más caros son más estables.

Algunas funciones pueden estar prohibidas. Por ejemplo, en Alemania no está permitido la de seguimient­o, es decir que el aparato volador vaya detrás de una persona. El usuario tiene que estar mirando el dispositiv­o y controlánd­olo, explica Schräder. También hay regulacion­es como para cualquier otro tipo de dron, como alturas máximas o prohibicio­nes de volarlos en ciertos lugares como aglomeraci­ones de gente, puestos de la policía y de los bomberos, industrias, zonas de control de aeropuerto­s o parques naturales protegidos.

En general, el usuario tiene que tener cuidado y controlar lo que graba y sube a las redes sociales. "En las fotos o videos no puede aparecer material protegido por derechos de autor u otras personas que no hayan dado su consentimi­ento", explica Julian Graf, de una asociación de protección al consumidor.

Con los modelos más baratos, hay que esperar con una calidad regular de las imágenes. Los dispositiv­os de alta calidad fotográfic­a y de video, como el Mavic Pro de DJI, cuestan más de 1.000 euros.

Antes de lanzarse a hacer fotos, es importante además mirar bien la legislació­n sobre drones y, eventualme­nte, buscar un seguro por si hay percances.

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