Los ídolos del fútbol, en una cárcel de oro
veces cuesta entenderlos. Tienen todo lo que cualquiera soñaría: fama, dinero y, lo más preciado, un trabajo que adoran. Sin embargo, no son felices. Al menos, es lo que dice por estos días Carlos Tevez, uno de los ídolos del fútbol argentino y de Boca, quien confesó sus ganas de irse bien lejos de Argentina.
¿Es el fútbol un deporte infernal? ¿Da todo y quita todo? Por el testimonio de sus protagonistas parece que sí. Que el éxito es carísimo y que no hay nada que pueda pagar el sufrimiento que produce someterse a semejante exigencia. Una cárcel de oro. Al menos en nuestro país.
¿Son los hinchas los que no tiene piedad? ¿Es el periodismo deportivo el que se excede? Y los dirigentes, ¿qué rol juegan? ¿Los colegas tampoco los ayudan? Deben ser un montón de factores porque ni Tevez (ni ninguno de los ídolos que muestran su costado más humano por estos tiempos) llegó a identificar sólo un factor para denunciar el hartazgo que vive. Es todo.
Es cierto: el fútbol es un lugar de las descargas más miserables del hombre común argentino. Las canchas son lugares peligrosos, inestables, que llegan a costar vidas y que significan negocios de mafias. Es cierto: el fútbol es impiadoso y una derrota es la catástrofe para un jugador, para un equipo, para un club. Y es cierto: es cuestión de dinero, porque todo (o casi) tiene su precio.
Pero nada de lo mencionado parecía demasiado hasta estos