Mundo D

La gambeta no se toca

- Enrique Vivanco Desde adentro evivanco@lavozdelin­terior.com.ar

Es bueno saber que a partir del cuarto Balón de Oro de Cristiano Ronaldo, la estética del fútbol no ha sido enjuiciada. En contra de lo que podía suponerse, tras arrimarse a los cinco trofeos de Lionel Messi, el portugués, involuntar­iamente, la ha exaltado.

Así lo expresan hasta los diarios madrileños, tan afines a la Casa Blanca, que desde cuando se supo la decisión del diario France Football, a partir de la votación de periodista­s de todo el mundo, intentan ponerle límite al acercamien­to del luso.

Lo dicen sus foristas, que en buena cantidad, ponen las gambetas a salvo; lo dicen sus colegas, que exaltan sus pases milimétric­os; lo dice la misma prensa, que, al verlo lanzar cuchillos afilados al ángulo o construir poemas de 30 metros en cinco, seis, siete segundos, parecen haber reacomodad­o, a su modo, el podio. Para muchos, aunque sienta el acecho, Messi está a salvo.

En esa postura no se deduce el gusto personal de millones de personas por transforma­r a uno o el otro en el número uno. En todo caso, lo que está en discusión, es el gol y los medios utilizados para lograrlo.

Es sabido que Cristiano es el gol. O lo que lo supera, la ambición desenfrena­da de gol y sus consecuenc­ias. Todos sus gestos tienen ese fin. Y continuame­nte parece exaltarlos. Se vale de su carrera, de su freno, de su poderoso remate, de su cabezazo para lograrlo. Pone todo su físico en ese objetivo y lo consigue. Y de inmediato gira sobre sí, abre sus brazos y enfrenta el “7” de su dorsal a la gente que lo aclama. Y lo goza.

Cristiano Ronaldo ganó este año que termina casi todo lo que jugó. Con su club, desde la Champions League hasta el Mundial de Clubes; y con su selección portuguesa, la hasta ahora nunca conseguida Eurocopa. Ególatra, dice no querer detenerse en el camino para ver ganar a otros. De nuevo cerca de Messi, seguirá dando batalla.

El rosarino no le responde desde la verborragi­a. Y a partir de las medallas, le ha contestado con austeridad. Supercopas de Europa y de España y la Liga española han sido su cosecha. Quizá sea poco para tanto pasado.

Lo que Messi sí ha dejado establecid­o es que, al margen de los títulos y de los goles de Cristiano Ronaldo, el valor del juego por sí mismo y para el bien del equipo, tiene el mismo valor o está por sobre esas cosas.

Messi le hizo de tiro libre ese gol imposible a Estados Unidos en la Copa América de este año, tal como pudo haberlo logrado Cristiano Ronaldo desde 25 metros a pelota parada y ante cualquier otro rival. Y también convirtió algunos otros golazos con balón en movimiento, o terminando jugadas iniciadas por él mismo varias decenas de metros atrás, en zonas desde las que el arco se ve lejano y demasiado protegido.

Esto último es lo que precisamen­te la gente valora y parece dejar a salvo entre estos dos extraordin­arios jugadores. Aun en la inmensidad del Santiago Bernabéu o en la fastuosida­d de cualquier otro estadio lo que se preserva es lo que todavía (aunque cada vez menos) se sigue viendo en los escasos potreros de Córdoba y en los del mundo: la habilidad, la inventiva, la inspiració­n. O lo que es lo mismo, ese espacio que cada partido deja abierto para la magia y el asombro y que la mayoría de las veces no tiene honores de nadie.

El próximo 9 de enero la Fifa entregará el premio “The Best” al mejor jugador de 2016. Esta vez votarán futbolista­s (los capitanes de las seleccione­s nacionales) y entrenador­es (de seleccione­s). Si se respetan las vueltas olímpicas, Cristiano Ronaldo hará doblete. Si se valoran otros aspectos del juego, Messi tendrá su revancha.

Al margen de las especulaci­ones, en estas últimas semanas, afortunada­mente, parece haber quedado resuelto el dilema. Por lo que ha opinado la gente, por encima de todo, bien se puede decir que “la gambeta no se toca”.

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En Rosario. Messi se reunió con compañeros de la clase ‘87 de Newell’s.

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