Mundo D

Entreelobj­etivo cumplido yaquelloco­sueño

- Lavozdelin­terior.com.ar

eapareció Talleres. Volvió a jugar bien, o mejor dicho, retomó esa buena relación con la pelota, esa compañera noble de la que se había alejado en los últimos partidos. Reaparecie­ron sus mejores jugadores, los que en muchos partidos le dieron dinamismo y alegría a su juego, opacos y hasta desconocid­os en el último mes, sin causas aparentes.

Fue tan buena su actuación contra Sarmiento, que todos sus matices técnicos pudieron sortear una cancha difícil, llena de agua, muy rápida, revuelta por las urgencias de Sarmiento. Aun entre muchas y fogosas piernas y algunos ánimos sobresalta­dos, hubo toque, paredes, triangulac­ión, desbordes, centros y goles.

Reaparecie­ron los tres zurdos, generosos en muchos aspectos, mezclando en igual dosis compromiso colectivo y talento innato, ofreciendo una buena gama de gambetas, liderados como siempre por Guiñazú, una verdadera encicloped­ia en el arte de entregar el balón y desmarcars­e para esperar la respuesta. Acompañado por un crack con la pelota, Reynoso, y por el de más brillo entre los que se hacen notar poco, el “Colorado” Gil.

Talleres eligió la mejor opción en Junín. Por las caracterís­ticas del campo de juego no había tiempo para la reflexión; su juego, entonces, se tornó casi instintivo, muy vivaracho, lindo para ver, de un dinamismo inabordabl­e para su rival, que fue claudicand­o de a poco frente a una propuesta que, cuando enciende sus motores y alinea a sus luminarias, está entre los mejores del campeonato.

Por varios motivos puede decirse que Talleres cumplió sus objetivos: reaccionó ante la adversidad de cinco primeras fechas hostiles; apostó a una manera de expresarse en la cancha que no admitió doble discursos aun en medio de la tormenta; y la puso en escena a costa de cualquier adversario y circunstan­cia.

Talleres se sustrajo de cualquier condiciona­miento; en partidos en los que podía adormecer el balón y dejar pasar los minutos, mantuvo el golpe de látigo en su propia cola; siguió siendo el mismo; fue consecuent­e con los preceptos de su entrenador aun cuando el pragmatism­o recomen-

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