Entreelobjetivo cumplido yaquellocosueño
eapareció Talleres. Volvió a jugar bien, o mejor dicho, retomó esa buena relación con la pelota, esa compañera noble de la que se había alejado en los últimos partidos. Reaparecieron sus mejores jugadores, los que en muchos partidos le dieron dinamismo y alegría a su juego, opacos y hasta desconocidos en el último mes, sin causas aparentes.
Fue tan buena su actuación contra Sarmiento, que todos sus matices técnicos pudieron sortear una cancha difícil, llena de agua, muy rápida, revuelta por las urgencias de Sarmiento. Aun entre muchas y fogosas piernas y algunos ánimos sobresaltados, hubo toque, paredes, triangulación, desbordes, centros y goles.
Reaparecieron los tres zurdos, generosos en muchos aspectos, mezclando en igual dosis compromiso colectivo y talento innato, ofreciendo una buena gama de gambetas, liderados como siempre por Guiñazú, una verdadera enciclopedia en el arte de entregar el balón y desmarcarse para esperar la respuesta. Acompañado por un crack con la pelota, Reynoso, y por el de más brillo entre los que se hacen notar poco, el “Colorado” Gil.
Talleres eligió la mejor opción en Junín. Por las características del campo de juego no había tiempo para la reflexión; su juego, entonces, se tornó casi instintivo, muy vivaracho, lindo para ver, de un dinamismo inabordable para su rival, que fue claudicando de a poco frente a una propuesta que, cuando enciende sus motores y alinea a sus luminarias, está entre los mejores del campeonato.
Por varios motivos puede decirse que Talleres cumplió sus objetivos: reaccionó ante la adversidad de cinco primeras fechas hostiles; apostó a una manera de expresarse en la cancha que no admitió doble discursos aun en medio de la tormenta; y la puso en escena a costa de cualquier adversario y circunstancia.
Talleres se sustrajo de cualquier condicionamiento; en partidos en los que podía adormecer el balón y dejar pasar los minutos, mantuvo el golpe de látigo en su propia cola; siguió siendo el mismo; fue consecuente con los preceptos de su entrenador aun cuando el pragmatismo recomen-