Mundo D

Clarisa, a 15 años de Roland Garros

Hace 15 años, la cordobesa Clarisa Fernández sorprendió al mundo del tenis cuando llegó a la semifinal de Roland Garros. Está en el podio de las grandes actuacione­s argentinas en los Grand Slams.

- Fabián Sacarelli fsacarelli@lavozdelin­terior.com.ar

El salón revestido de copas y viejas fotos de grandes momentos del club es un buen marco para dialogar con Clarisa Fernández. A la historia que le imprime esta sala del Córdoba Lawn Tenis, la extenista cordobesa le aporta la frescura de su actualidad. A 15 años de aquella memorable semifinal en Roland Garros, que la subió al podio de las mejores actuacione­s del tenis femenino argentino en un Grand Slam, Clarisa aún siente la adrenalina de aquel partido.

En junio de 2002, cuando apenas tenía 20 años y figuraba 87ª en la lista mundial WTA, esta cordobesa, zurda, de apariencia frágil pero decidida e inteligent­e, se le plantó a Venus Williams, número dos del mundo con 25 títulos y cuatro Grand Slams en su haber, en las semifinale­s del Abierto parisino. Perdió, pero le sobró chapa para entrar en los libros del tenis. –¿Qué recordás de aquel torneo?

–Si te puedo decir de momentos memorables de mi vida, te digo la “semi” de Roland Garros y el nacimiento de mi hija, para que veas el grado de importanci­a que le doy. Me acuerdo que fue un paso a paso, nunca vi el objetivo final sino que fui cumpliendo los pequeños objetivos de ganar un partido, ganar otro y otro. Fueron muchas emociones pero controlada­s. Eso fue muy bueno, pude manejar las situacione­s. Y lo otro que rescato es la confianza. Llegué hasta donde llegué por la confianza que tenía en mí.

–Rompiste marcas que habían perdurado por décadas, toda una revelación.

–Sí, estaba en ese momento 87ª del mundo, pero era un poco mentiroso. No defendía nada, no había sacado muchos puntos el año anterior, pero ese año venía ganándole a rivales muy buenas. Mentalment­e no me sentía 87ª, sino que podía jugar con las mejores. –Hasta que llegó Roland Garros, y diste el golpe.

–Es muy lindo jugar ahí, estás en primera clase. Tenés todo, las comodidade­s son bárbaras. ¡Y París! París es un encanto. Es muy cómodo y a los jugadores les encanta. El clima en esa época del año es excelente, no hace mucho calor. Es un espacio espectacul­ar, las canchas están en medio de un parque y el entorno es muy bonito. Y el acompañami­ento argentino se hace sentir. No tenés excusa para jugar mal ahí.

–La mejor tenista argentina está 158ª en el mundo y cayó en primera ronda de la clasificac­ión de Roland Garros, ¿qué tuvo tu camada que no tienen las tenistas argentinas ahora?

–No estoy mucho en el circuito nacional, pero sí te puedo decir qué se hizo bien con los Juniors que en la etapa ’97-’98. Nalbandian, Coria, Salerni, Mónaco, Acasuso viajaban juntos. Había mucho esfuerzo individual, una planificac­ión, y mucha sed y hambre de ganar y superarte todos los días. También, en la Asociación Argentina (AAT) había giras que nos ayudaban. –¿Y cómo se vive todo eso a la distancia, ahora con 35 años?

–Son muy lindos recuerdos. Ahora hago otra cosa, no tan ligada al tenis. No lo decidí, sino que es la corriente por la que te lleva la vida. Pero a aquello lo vivo con mucha felicidad y orgullo, porque surgir de un país como Argentina, tan lejos del circuito, y hacerlo con tanto sacrificio y tan pocos recursos, con tanta gente que me ayudó en ese momento, no fue fácil. Muero de ganas de contarle a mi hija: “Mirá, estuve acá y jugué esto”. El tenis te enseña mucho. –¿Qué te enseñó a vos?

–A tomar decisiones, a tomar una profesión en serio desde muy chica, tal vez siendo inmadura, pero te enseña a hacerte cargo de tus actos. También a cumplir tus objetivos e ir por un sueño. Cada partido en el tenis es un mini-resumen de lo que te pasa en la vida, y lo hacés bajo presión. Cuando dejé de jugar (2008) empecé la facultad y fue un pasaje de placer absoluto, porque si bien estaba en

otro medio, la cabeza era la misma. La cabeza entrenando era la misma que estudiando. Eso no me lo enseñó la facultad, me lo enseñó el tenis.

–Como jugadora cultivabas el perfil bajo y poco agresiva, una imagen contrapues­ta con la competitiv­idad del tenis.

–Soy introverti­da, de perfil bajo, pero en el fondo, perfeccion­ista. Y eso me hacía querer mejorar día a día. Es buenísima la competenci­a cuando uno lo toma de manera constructi­va. Es medirte con otro y saber si podés o no podés, y si no podés ver qué te falta. Es una retroalime­ntación que quizá en otros ambientes no la tenés. –Y en otro momento tu vida, te llegó la maternidad.

–Soy mamá de Victoria. Va a cumplir un año y medio, y es una felicidad absoluta. Todo ronda alrededor de ella, somos muy felices con Ezequiel (Dequino), dos extenistas que disfrutamo­s el tenis, lo vemos todo el día en casa, y a ella le decís tenis y hace “paf, paf, paf ” (imita el movimiento con sus manos), lo tiene internaliz­ado (risas). Es otra mirada de la vida y estoy feliz de cada etapa que he vivido. –¿Cada una de tus etapas anteriores está cerrada?

–Sí, creo que sí. No me queda nada. Hay cosas que dependen de uno, de esforzarte al máximo, dar lo mejor en lo que hacés cada día. Y hay otras que no dependen de vos. Las lesiones, por un problema de nacimiento como el que tenía, no dependían de mí. Di lo mejor, buscamos los mejores médicos, desde ese lado no tengo nada pendiente. Y me siento bien con lo que he sido como tenista.

Las paredes de copas y viejas fotos de grandes momentos del Córdoba Lawn Tenis no dejan que se olvide aquella proeza de Clarisa Fernández en la cancha Philippe Chatrier de Roland Garros. Ni en 15 años, ni en 50, cuando cueste encontrar otras semifinali­stas argentinas de Grand Slams. Entonces se mirará atrás, y se recordará aquella veinteañer­a que se animó a desafiar todo para conquistar París.

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MARTÍN BAEZ
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(AP / ARCHIVO) Inolvidabl­e. En Roland Garros 2002, Fernández se topó con Venus Williams en semifinale­s y quedó eliminada. Antes le había ganado Clijsters y a Dementieva, entre otras.
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