Estudiar, clave en el fútbol
En Talleres y en Belgrano hay muy pocos casos de futbolistas no escolarizados. La reiteración de las malas notas puede derivar en no jugar el fin de semana. Su futuro va mucho más allá del fútbol.
El propósito no es sólo poner un jugador en la cancha. En los últimos años, Talleres y Belgrano han reforzado esa valorable tendencia que promueve la formación integral de sus juveniles. Para los dos clubes ya no sólo vale ver a sus chicos festejar un gol o evitar uno en su propio arco. Vale, también, tanto como ser la figura en un partido, una buena nota en Matemática o en Historia y un buen concepto por su comportamiento en la escuela.
Casi sin diferencias, a esa valoración la llevan a la práctica en los Centros de Formación, tal como se denominan las residencias en las que habitan los jugadores: se levantan bien temprano y desayunan. Salen en colectivos especialmente contratados y llegan al predio de Villa Esquiú o al de la avenida circunvalación. El entrenamiento incluye las tareas en el gimnasio, de análisis de videos y en el campo de juego. Luego del baño, llega el almuerzo, y después el traslado a las escuelas en las que se educan. El regreso a casa contempla la merienda y las tareas escolares. La cena los une en la mesa y los minutos posteriores sirven para el diálogo o para terminar los deberes. El cuerpo cansado los convoca a la cama. El día siguiente será igual de movido y de exigente.
Sergio Magliano, coordinador de divisiones infantiles y juveniles de Belgrano, dice: “El club definió sus valores institucionales bajo el lema ‘Buenas personas, buenos jugadores’. Belgrano quiere que, al margen de intentar que les vaya bien en el fútbol, puedan estudiar para que en el futuro puedan tener una profesión”.
Su par en Talleres es Carlos Ranalli. Apunta: “Para ser jugador de elite hay que saber entender el juego; por lo tanto, los chicos deben estar capacitados intelectual y académicamente para lograr ese objetivo. Por eso hay que contenerlos y estimularlos para que estudien”.
En Talleres y Belgrano hay muy pocos casos de futbolistas no escolarizados. Cada club tiene un convenio con establecimientos educativos, que contemplan entre 15 y 20 viajes que para jugar realizan a otras provincias durante el año. No hay prebendas para los chicos de sus Centros de Formación; el nivel de exigencia es similar al de los otros alumnos.
Contención necesaria
Un grupo de personas, integrado por psicopedagogos, asistentes sociales y profesores, se encargan de brindarle apoyo a los alumnos, y de tener contacto con los padres para informarles el rendimiento académico de sus hijos.
¿Tienen problemas en Física? Allí está un profesor para despejar las dudas. ¿Hay algún inconveniente de atención en clase o de convivencia con otro alumno? Los psicopedagogos se encargan de asistirlos.
Además de satisfacer todas las necesidades de los pibes que viven en su pensión ubicada en barrio Iponá, Belgrano le ofrece el almuerzo en la cantina de Villa Esquiú a más de 40 juveniles que residen en la casa de sus padres, pero que luego del entrenamiento matutino deben trasladarse rápi- damente a la escuela.
Ranalli agrega: “Todo lo que hacen los chicos lo saben los padres, a los cuales convocamos cada vez que es necesario. Lo hacemos para informarles de su rendimiento escolar o por cualquier otra motivo que sea de interés para la familia”.
La tarea de Talleres y de Belgrano en el área educativa no mira su propio ombligo: las dos instituciones ofrecen alternativas muy interesantes a sus hinchas y a toda la sociedad. En las dependencias de la Boutique de barrio Jardín, y por un acuerdo con el Ministerio de Educación provincial, se dictan ciclos de terminalidad educativa, a través de los cuales las personas pueden terminar el ciclo secundario. Lo mismo ocurre en el Gigante de barrio Alberdi, en el que se ofrecen programas educativos de salud, educación sexual y seguridad, y en donde también funcionará desde agosto próximo, y por un acuerdo con la Universidad Nacional de Córdoba, una escuela de oficios a través de la cual se dictarán cursos de electricidad y de albañilería.
Magliano y Ranalli sostienen que claramente se observa una política inclusiva de los clubes, que los acerca a la sociedad y convoca a sus integrantes. Mientras tanto, fomenta el estudio y la ocupación del tiempo libre de sus jugadores, y los advierte sobre la reiteración de las malas notas. No jugar el fin de semana puede ser el “castigo”. Es una manera de señalarles que su futuro va mucho más allá del fútbol, la fama y el dinero.