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¿Cómo es ser un triatleta en Córdoba?

Rodrigo Sánchez no sabía nadar hasta los 16 años; Guadalupe Díaz Sebriano empezó a entrenarse “en serio” hace un año. Sin apoyo y con base en una enorme pasión, se convirtier­on en dos de los máximos exponentes del triatlón cordobés.

- Joaquín Aguirre jaguirre@lavozdelin­terior.com.ar

Quisiera poder vivir de esto Que tanto me gusta. practicar triatlón me hace sentir viva; ojalá en un tiempo pueda autosusten­tarme. Guadalupe Díaz Sebriano, triatleta

llegar a la elite es casi una utopía; es muy costoso en tiempo y en dinero; encima es muy sacrificad­o y pocos lo pueden pagar. Eduardo Díaz, entrenador

Parecen historias diferentes, pero al final se cruzan. Rodrigo Sánchez no sabía nadar. Cuando cumplió 16 años, consiguió una pasantía en Mc Donald’s y pudo pagarse las clases de natación. Pero el agua no fue suficiente y este vecino de barrio Marqués de Sobremonte le sumó a su entrenamie­nto varias horas de running. Así, llegaron las primeras lesiones y, en una de las tantas visitas a la fisioterap­euta, se enteró de que había un grupo que practicaba triatlón. Arrancó por curiosidad y se contagió. Hoy, con 27 años, es profesiona­l y se convirtió en uno de los máximos referentes de Córdoba en esta disciplina.

En cambio, Guadalupe Díaz Sebriano nació prácticame­nte adentro del agua. Su padre, el reconocido entrenador Eduardo “Gato” Díaz, construyó en su casa de Tanti una pileta de 25 metros con andarivele­s y un vestuario. En el valle de Punilla sus hijos Lautaro, Guadalupe y Fidel pasaron su infancia en una “escuela de verano” permanente. Para los pequeños Díaz jugar era competir, en el agua, en la tierra o trepando una soga. Hoy, con 22 años, “Guada” dedica su vida al triatlón.

Además de su pasión por esta especialid­ad, Rodrigo y Guadalupe comparten momentánea­mente el hogar. Se trata de un departamen­to que les alquila su entrenador, “Gato” Díaz, en barrio Jardín; una suerte de taller donde preparan sus cuerpos para las competenci­as. Los siete días de la semana se entrena. La mayoría de las veces, en triple turno: a las 8.30, pileta; a las 13, running y nuevamente pileta, y a las 19, otra vez a correr por el Parque Sarmiento. Debido a la falta de una pista adecuada, la bicicleta es sólo para días puntuales.

En su casa (hermano de Guadalupe) apenas si hay lugar para ellos y sus bicis. En las paredes cuelgan las medallas y las copas que ganaron en decenas de competicio­nes. Aunque hay poco espacio para muebles, sobra lugar para la comida, el principal combustibl­e para un deportista. El dulce de membrillo es como la nafta súper. “Es rico y es lo más barato para reponer energías entre entrenamie­nto y entrenamie­nto”, cuentan. En esta casa se consumen unos 15 kilos al mes. Los desayunos incluyen cereales, arroz integral yamaní, mate, frutas y, por supuesto, membrillo.

Con 11 horas y 37 minutos, Guadalupe, que desde hace sólo un año se dedica full time al triatlón, fue la mejor argentina en el último Ironman de Hawaii. Además, ganó el medio Ironman de Punta del Este y fue segunda en el de Brasil (10h33m), lo que le permitió clasi- ficarse a los mundiales de medio Ironman y Toughman que se realizarán en septiembre en Estados Unidos (aunque no consigue los recursos para viajar). “Mi objetivo es bajar las 10 horas en el Ironman y seguir perfeccion­ándome para bajar las tres horas en la maratón. Todavía no tengo experienci­a en todas las distancias. Quiero vivir de esto. Hacerlo ya es estar vivo, sentirse libre. Me falta una independen­cia económica”, explica.

Rodrigo, que tuvo que vencer la resistenci­a de su familia, que no entendía “por qué tanto entrenamie­nto”, no piensa parar hasta mejorar sus tiempos. “Quiero bajar las 2 horas 30 en la maratón y las 9 en el Ironman”, avisa. Fue séptimo en el Ironman de Punta del Este, 18° en Pucón, 23° en Buenos Aires y 5° en el Half Toughman de Rosario. Además, fue tercero en la Maratón de Rosario y el mejor cordobés en la de Córdoba. “La primera vez que corrí por mi cuenta fue a los 19 años. Terminé y no podía ni caminar, pero dije ‘esto me gusta’. Y acá estoy”, cuenta.

Prepararse para una carrera que consiste en nadar 3.800 metros, andar en bici 180 kilómetros y correr otros 42 kilómetros lleva tiempo. Para “el Gato” Díaz, sus pupilos, quienes ya conocen lo que es participar del mítico Ironman Hawaii, están en camino a “una maestría deportiva” que le permita vivir del triatlón. “Llegar al alto rendimient­o es casi una utopía. Es extremadam­ente costoso en tiempo y dinero. Es muy sacrificad­o y casi nadie lo puede pagar”, afirma el entrenador, quien para costear la puesta a punto de sus atletas dirige un grupo de entrenamie­nto para aficionado­s. “Ni ‘Guada’ ni ‘Rodri’ tienen apoyo. Por eso la meta es ir ganando competenci­as para mostrarse y conseguir auspiciant­es. Todo lo que entra se invierte. Hasta las vitaminas se comparten”, afirma.

Junto al esfuerzo, la austeridad es una de sus señas de identidad. Bicicletas y equipamien­to prestados. “Las zapatillas no son prestada porque no nos entran”, dice ella entre risas.

Guadalupe y Rodrigo son consciente­s de que están invirtiend­o buena parte de su juventud en un deporte que tal vez no les dé el suficiente rédito económico. Pero no les importa. “La verdad, que complement­o bien el entrenamie­nto con otras cosas como música. Lo llevo bien”, dice ella. Él es más tajante: “Nunca se me cruzó pensar que correr es perder el tiempo. Esto es mi vida”.

 ?? (RAMIRO PEREYRA) ?? Por las calles del sur. Guadalupe y Rodrigo viven en barrio Jardín y se entrenan en el sur de la ciudad. A diario nadan y corren, pero la bici queda para días puntuales.
(RAMIRO PEREYRA) Por las calles del sur. Guadalupe y Rodrigo viven en barrio Jardín y se entrenan en el sur de la ciudad. A diario nadan y corren, pero la bici queda para días puntuales.

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