Egea, el pintor del fútbol
Fabio Egea es un apasionado de la pintura y de la pelota. Tuvo muchos oficios en su vida hasta que descubrió el arte y dejó todo, menos el partido y el asado de los jueves con sus amigos.
En barrio Jorge Newbery, hay una casa con un primer piso que es una pinturita. Allí vive Fabio Egea, un pintor cordobés que desborda pasión por los lienzos y los colores, pero también por el deporte.
El primer piso de aquella vivienda es de él. Es su atelier. Allí tiene los lienzos, los óleos, las maderas para los marcos, infinidad de pinceles, algunos sillones y muchos discos y libros. Es “su” lugar. Allí pinta, aunque la inspiración venga de otros lugares: de una pelota de fútbol, del rostro de sus amigos, de un asado, de unos chicos jugando a la pelota en alguno de los pocos baldíos que quedan en la ciudad. A esas imágenes, Fabio les pone colores en un estilo expresionista. “Es una pintura muy cordobesa”, le dice a
Mundo D mientras ofrece algunas cervezas para tomar.
Fabio expone 60 cuadros en el museo Emilio Caraffa. Me gusta este lugar es el nombre de la muestra y el artista explica: “Mi objetivo es reflejar el mundo que me rodea a través de la pintura”.
–¿Qué es para vos la pintura?
–Todo. No podría no pintar. No sería yo. Es una parte de mi, pero de verdad. La pintura para mí es como un “10” en el campo de juego, como “el Pato” Gasparini. Así me gustaría sentirme con la pintura, como Gasparini con la pelota en los pies en una cancha, pero yo con un pincel en la mano y el lienzo. Eso sería un logro alevoso.
–Hay dos bibliotecas referidas al arte y el deporte, o el fútbol en particular. La más obtusa dice que no van de la mano; que el fútbol no es cultura y anteponen al arte como algo supremo.
–No sé si ha cambiado, pero hay mucha gente que cree que hay una elite en el arte. Para mí tienen muchísima relación el arte y el fútbol. El fútbol es una acción de arte. Una buena jugada tiene muchísimo de arte y desde el lugar que yo veo la pintura es tremendo. Yo hice muchísimas pinturas relacionadas con el fútbol y con mis amigos de fútbol. He pintado muchísimo sobre el tema.
–Hay muchas en las que hay una pelota o niños jugando en la cancha o en algún baldío...
–Sí, la pelota es una constante. Niños con una pelota, un grupito en un baldío. Ver pibes jugando en un baldío me vuelve loco. Es espectacular. Los domingos o los sábados a la tarde en la zona de Villa Azalais ves gente jugando en esas canchitas y es una fiesta.
–También hay muchas tablas de asado en tus pinturas.
–Sí, eso tiene mucho que ver con el fútbol y con mi vida. Está ligado porque una cosa muy importante en mi vida es jugar al fútbol los jueves. Espero toda la semana el jueves para ir a jugar. Termina, y espero que llegue el otro.
–¿Te pasó de estar jugando al fútbol y que se te venga a la cabeza alguna pintura?
–Millones de veces. No pelo el lienzo, porque normalmente llegó muy tarde, pero anoto. Anoto todo lo que se me viene a la cabeza. Pero no sólo el fútbol. Yo hago natación para estar en estado físico y me ha pasado ir nadando y pensar. Es impresionante las pinturas que nacieron en la pileta. En el fútbol por ahí no pensás tanto porque te lleva todo el alma y tenés que poner todos los sentidos.
–A la pintura se la asocia con lo bohemio, con la noche; y el deporte necesita de una vida diurna y disciplinada.
–No estoy muy de acuerdo. Eso se aplica al deporte profesional. Yo practico el deporte, me apasiona el fútbol, pero soy un profesional de la pintura. Para el deporte profesional es requisito tener ciertas conductas que yo no tengo, no tendré ni me hubiese gustado tenerlas. Pero también se puede vivir el fútbol desde este lugar.
–Dicen las buenas lenguas que sos un excelente “5”.
–No, no soy un excelente “5”. Intento tener claridad. Tengo un poco de calidad y visión del campo de juego. Tengo la suerte de que puedo ver el campo de juego. Siempre estoy buscando el pase entre línea, o el hueco, siempre.
–Esa búsqueda de la perfección, ¿también la llevás al lienzo?
–Más que la búsqueda de la perfección, en el lienzo busco la belleza. Por eso digo que el fútbol y la pintura están muy emparentados. Mi pintura es visceral y quiero que tenga belleza y el fútbol es visceral y tiene belleza. El fútbol es un deporte en equipo y la pintura es solitaria, pero siempre la ven otras personas.
–La ve la tribuna.
–Claro, no lo había pensado así.
–Recuerdo a Spinetta con la camiseta de River en una revista y en su canción “El anillo del capitán Beto” hace referencia al banderín de River Plate. Antes, Deep Purple jugaba partidos con Led Zeppelin cuando uno se imagina a algunos rockeros tirados en un sillón drogados o alcoholizados.
–Eso ha cambiado mucho. A lo mejor hay gente que degusta el arte desde un sillón o desde un lugar más...
–La zona de confort.
–... Sí, y quizá se ve una disociación ahí. Yo sinceramente no la veo más allá del impedimento físico, ya que si estás borracho o drogado vas rendir mal en el fútbol. Además me molesta disociar tanto al arte del deporte, en especial del fútbol, que es algo tan popular y hermoso. “Si sos artista no podés ser tal cosa”. Entonces yo no podría ser artista. Yo concibo el arte desde ese lugar.
–Como artista, ¿cómo te llevas con el arte callejero, con los murales, las intervenciones artísticas en las paredes?
–Me encanta. Yo no lo practico. Es todo una disciplina que hay que saber...
–Hincha de...
–Racing de Nueva Italia. De un Racing sufrido, golpeado, pero con una historia fantástica.
–¿Te lo imaginás ascendiendo a Primera División?
–No. Me encantaría, sería un sueño, pero no. En estos momentos no.
–¿Cuál es la pintura con la que soñás? ¿El cuadro perfecto?
–No tengo un cuadro. Ahora estoy transitando un camino que me tiene muy contento. La forma en la que estoy viendo las cosas, de esa forma tan pictórica en la que veo todo, estoy contento. Me parece que irán a venir cada vez mejores cuadros. Yo trabajo todos los días y sí o sí voy a pintar cada día mejor. Estoy bastante satisfecho, no estoy contento, pero me parece que voy por el camino. Me costó encontrarlo, pero estoy.
Fabio le da el último sorbo al vaso que aún tiene un poco de cerveza ya caliente. Explica cada cosa que vemos en el taller y de pronto agarra la paleta, un pincel y le da un toque al cuadro que está pintando. Toma distancia, lo mira y le da otra pincelada.
Sobre una pared descansa un lienzo con dos niños y un barrilete. “Le tengo que sacar un poco de brillo al pelo de este pibe (lo señala), el blanco está muy fuerte”, dice y me quedo pensando: “Para mí está bárbaro”. Pero no estoy en condiciones de discutirle nada. El que sabe es él, y si él lo dice algo de razón debe tener. Yo me quedé pensando en el barrilete, en los dos pibes, en la bobina de hilo y en esa sensación de volar hacia algún lado para mirar la nada y pensar en todo.