Un “chispazo” veloz
impuesto en el “Imperio” y en la fiesta grande de Villa María hace menos de un mes, aunque nunca lo mencionaron en condición de “fija nacional”. Razón de más para entender por qué pagó tan sólo 2,50 por cada uno apostado.
Mucho menos cuando Mauricio Ortiz, relator oficial, señaló, como al pasar, que el defensor del stud Los Cinco había sido “un caballito cuya campaña no pasaba del tiro de los 1.200”. Si a esto se le agrega que entre los 11 candidatos había varios que pitan del fuerte, puntualmente en los hipódromos de Palermo y San Isidro, era fácil deducir que Mi Chispazo, producto de sus antecedentes inmediatos, estuviese entre los elegido por la cátedra (unas seis mil almas estuvieron en el óvalo) tuviesen para elegir a los que montaban Juan Carlos Noriega, Juan Cruz Villagra o Franco Calvente, por citar los más encumbrados.
Pero faltó que la “Chula” Altamira observara que estaban dadas las condiciones para dar el orden de partida, para que todos los pronósticos se hicieran papel picado casi de movida. Porque fue en el mismísimo pique que Alcídes Coronel lo movió al alazán para que tomara la punta, como invitando a que lo corrieran si querían ganarle. Y no es una simple metáfora, ya que arrancó corriendo en todos lados, como que tras doblar el codo del Country, ya en plena recta del opuesto, la distancia entre Mi Chispazo y Hot Kiss primero y Origins, después, la diferencia, a ojo de buen cubero, era entre cinco y seis cuerpos.
Hubo, sí, un momento en que alguien recordó aquella edición del ‘98 en que Eridanus, tras venir último, a más de 100 metros de Golfer, no sólo alcanzó al “verdugo” del inolvidable Team, sino que lo tapó en el disco en un final inolvidable, pero fue tan sólo una ilusión óptica. Mi Chispazo no se paró nunca, como que llegó 45 metros antes que el resto. Así de simple.