Mundo D

Valentín y una historia de lucha

“Valen” Díaz es el único futbolista de la Liga Cordobesa que juega sin una parte del brazo. Lo hace en la sexta de Medea y debutó en octubre, ante Libertad. Inclusión y perseveran­cia.

- Hernán Laurino hlaurino@lavozdelin­terior.com.ar

Las dudas de todos y los nervios de Valentín Díaz se van a terminar ya, en este instante.

Es un domingo de octubre y en la cancha de Medea los espectador­es que no conocen su historia y los rivales no terminan de comprender la situación.

Pero la pelota está en el aire y lo busca a Valentín, que la duerme con la zurda con estilo y la toca a un costado. Ahí, justo ahí, Valentín, sus compañeros, los rivales y el público entienden todo.

“El día de su debut realmente Valentín estaba muy nervioso. Yo sabía en la semana que se podía dar y su emoción fue muy grande cuando se vio en la lista de citados. Entró en el segundo tiempo, jugábamos en nuestra cancha ante Libertad. Y la verdad que cuando ingresó todos tenían dudas, hasta el mismo Valentín. Pero cayó una pelota del aire, la bajó con la zurda y listo, ya está. Los rivales dijeron: ‘Che, este juega bien en serio’. Y se terminó la historia”, cuenta Mariano Almada, entrenador de la sexta división del Club Atlético Medea, que forma parte de la Liga Cordobesa de Fútbol.

Valentín Díaz es un pibe de 15 años nacido y criado en barrio Suárez al que le falta una parte de su brazo izquierdo desde que nació (tiene movilidad hasta el codo). Pero así aprendió a conocer el mundo y la vida. Y en una esquina de su barrio, se enamoró del fútbol. Jugó en los potreros y la descosió contra los que se pusieran en frente. Se comió patadones y empujones, pero nunca lo derribaron.

Valentín soñaba con jugar en un club de verdad, en la Liga. Y un amigo lo acercó este año hasta Medea (Ministerio Evangélico Dios es Amor), una institució­n con dos décadas de vida que además de profesar la fe cristiana, hace un enorme trabajo social desde barrio Villa El Libertador.

“Medea apuesta a la inclusión, a tener las puertas abiertas. A Valentín lo trajo su papá y lo aceptamos desde el principio. Lo probamos y nos gustó cómo jugaba. Teníamos dudas con respecto a si la Liga Cordobesa aprobaría su inclusión o no. Pero hablamos con Emeterio Farías (presidente de la LCF) y el trato fue excelente. Si pasaba las pruebas físicas, iba a tener su carnet. Y así fue”, cuenta Gabriel Aguirre, coordinado­r de las inferiores del club.

Valentín es un pibe callado, algo tímido, pero el grupo de la categoría 2002 lo arropó de entrada. Como antes sólo había jugado en potreros y en una escuelita de fútbol en barrio Ferrer, el club decidió hacerle una preparació­n física y técnica de tres meses hasta que estuviera listo para debutar.

Eso sucedió en octubre, en el cotejo de sexta división ante Libertad. Y fue muy emotivo. Quienes estuvieron presentes recuerdan que “Valen” arrancó nervioso, pero tras ese primer contacto con la pelota se serenó y empezó a jugar como sabe.

“Y juega bien, eh... Acá no juega porque le falta un brazo, sino porque es bueno en serio”, señala Pascual Noriega, vicepresid­ente de Medea.

“En Medea nos importa la persona antes que el jugador. La formación de estos chicos y la inclusión. Este mensaje es lindo porque impulsa a que otros chicos lo intenten. Hace visible esta situación. Pero que te quede claro: Valentín juega porque tiene condicione­s”, agrega Noriega.

Valentín Díaz es hoy por hoy el único futbolista de su condición en la Liga Cordobesa de Fútbol.

“Hay algunos antecedent­es, pero actualment­e es el único. Hay un gris en el reglamento, ya que no se detalla nada al respecto. Nosotros fuimos a la Liga y nos encontramo­s con una muy buena predisposi­ción. Ojalá su caso sirva para otros pibes que no se animan”, reflexiona Noriega, ex jugador de Racing de Nueva Italia.

“Templo” que crece e incluye

Medea cuenta con 450 chicos en sus inferiores y también un colegio primario, que el año que viene comenzará con secundaria. Se apunta a formarlos, tanto deportivam­ente como para la vida.

En 2018, Valentín será parte de la quinta división de la institució­n, aunque desde el cuerpo técnico de reserva ya lo tienen apuntado para subirlo. Es un volante central pero con mucho juego y toque, como lo describen los entrenador­es.

“Yo me siento uno más. Hago mi vida como un chico normal. Nunca sentí algo malo de algún rival ni que fuera diferente. Llegué a Medea porque me invitó un amigo y me han recibido muy bien. Me falta el brazo izquierdo desde que nací, pero no me limita en nada”, cuenta el propio Valentín, con timidez pero también con una sonrisa, que delata su forma de encarar la vida.

“Mi familia me viene a ver siempre, están muy contentos”, dice “Valen”. Habla de su papá Carlos, remisero de profesión, y su mamá Susana, ama de casa. Y de sus tres hermanos: Andrea, Jésica y Carlos.

Valentín está cursando el cuarto año en el colegio República de Francia y cuando le preguntan sobre quién es su referente, no duda: “Me gusta Gago, Fernando Gago. Lo miro siempre. Me gusta jugar como lo hace él. Yo soy un ’5’ de pase, me gusta dar asistencia­s”, se define.

Valentín cree en Dios, pero aún no se ha sumado a la iglesia de Medea, un club en el cual se reza antes de cada partido, en cada una de sus categorías.

“Los rivales primero se sorprenden, pero después, cuando lo ven jugar, le van fuerte, igual que a todos. Valentín no tiene dramas en ir al piso y en meter el cuerpo. Le falta mejorar un poco en lo físico, pero tiene muchas condicione­s. Es un chico algo tímido, callado, pero que se metió en el grupo. Es uno más y estamos felices de tenerlo con nosotros”, sostiene su DT, Mariano Almada.

El sol cae en la tarde en la hermosa cancha de Medea, y Valentín sigue con la pelota dormida en su empeine. La lleva de acá para allá. Es feliz. De eso ya no queda ninguna duda.

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(JAVIER FERREYRA) La mueve. Valentín juega de volante central en Medea.

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